¿A qué nos referimos cuando hablamos de ciencia ciudadana? A niños que recolectan datos de lluvia en lugares donde no hay mediciones oficiales y aportan información para medidas de mitigación, a personas preocupadas por el dengue que mandan fotos de los mosquitos y sus criaderos para alimentar mapas colaborativos en tiempo real, a vecinos que separan sus residuos domiciliarios para precisar su cantidad y composición, a buceadores que recopilan información para contribuir al monitoreo oceánico en el sector costero, a comunidades que construyen redes de intercambio basadas en la inteligencia colectiva, entre otras posibilidades.
El 13 de abril es el día de la ciencia ciudadana y existen varios motivos para festejarla y contribuir a visibilizar su potencial para acelerar el desarrollo sostenible. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Argentina empezó a trabajar con este abordaje a partir del convencimiento de su carácter estratégico y de haber detectado una oportunidad. Durante la fase más estricta de la cuarentena, impulsamos un proyecto de medición de calidad del aire con ciclistas en alianza con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y open seneca. Los ciclistas —con permiso para circular— transportaron sensores de bajo costo mientras hacían sus recorridos habituales. Los datos recolectados permitieron establecer una línea de base para comparar lo que sucedería luego, ya con la circulación reestablecida.
Esa oportunidad nos permitió confirmar que la ciencia ciudadana puede ser una herramienta innovadora para abordar problemáticas que afectan la calidad de vida de las personas. De hecho, estamos convencidos que la construcción participativa de conocimiento puede promover las políticas informadas en evidencia. Por ejemplo, la ciencia ciudadana puede volverse estratégica para recolectar una gran cantidad de datos en un período corto de tiempo cuando se discute el diseño de una política pública. La visualización de los datos, además, constituye una manera para llamar la atención a la sociedad o los gobiernos sobre ciertos temas y así reconocer la importancia de algunas problemáticas que todavía no hayan capturado la atención pública. En este mismo sentido, la ciencia ciudadana puede estar al servicio de comunidades organizadas en torno a ciertas reivindicaciones o preocupaciones como, por ejemplo, la calidad del agua, las inundaciones, la biodiversidad, etc., y sus integrantes pueden moldear qué se investiga y para qué. Nadie conoce la naturaleza de los problemas como las personas que lidian con ellos todos los días. Por otra parte, la ciencia ciudadana también puede ser un medio para promover cambios de comportamiento en la medida que permite generar una mayor conciencia sobre nuestros hábitos o puntos de vista.
Ahora bien, el proyecto de calidad de aire —que hoy está siendo escalado en cuatro provincias— fue el punto de partida para mapear otras iniciativas de ciencia ciudadana ambiental. De ahí que el PNUD inició un proceso co-creativo con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. En alianza, diseñamos e implementamos la estrategia de mapeo que derivó en el lanzamiento de una primera edición con 30 iniciativas identificadas y propició que se ponga en agenda la formulación de un programa federal en la materia. Entre los múltiples hallazgos encontrados, destacamos que la ciencia ciudadana puede tener una multiplicidad de expresiones, y que no se reduce a ciertas temáticas, estrategias, enfoques y/o instrumentos. Que la ciencia ciudadana es lo que las personas hacen en sus territorios para investigar y conocer más el mundo que las rodea. Es decir, no hace falta ser un investigador profesional para contribuir al conocimiento sobre un tema. La ciencia ciudadana se basa sobre esta idea; reflejando que la ciencia está al alcance de todos. El tipo de involucramiento puede ser distintito, pero llegamos más lejos cuando lo hacemos con otros.
Por todas estas razones y porque seguimos experimentando, hoy es un buen día para reconocer el esfuerzo de las personas involucradas en la práctica de la ciencia ciudadana, el potencial de este abordaje para comprender la naturaleza cambiante de los problemas que avanzan a una velocidad cada vez mayor y para la co-creación de nuevas soluciones para el desarrollo sostenible con el objetivo de impulsar cambios inclusivos que pueden terminar siendo sistémicos.