Lorena Moscovich Jefa de experimentación AccLabPNUDArg @LMoscovich
Cuando una crisis golpea, no lo hace en todos por igual. Su efecto depende de cuál es la situación existente de los más afectados.
Sin lugar a dudas, este es el caso del COVID-19. Un problema urgente es cómo convergerán las desigualdades duraderas con todo el nuevo conjunto de problemas que surgieron de, o fueron profundizados por, el COVID-19. Consideremos la emergencia sanitaria provocada por la pandemia y las enormes consecuencias económicas del colapso financiero general, un subproducto de medidas "no farmacológicas", como el cierre de escuelas y negocios y las cuarentenas.
Sin duda, los más afectados son las personas que tienen menos posibilidades de quedarse en casa, los que no tienen acceso a agua corriente para cumplir con las normas sanitarias básicas, los trabajadores informales que no obtienen ingresos a menos que trabajen, las mujeres tienen días mucho más largos cuando además de en casa también se ocupan de las tareas del hogar y de sus hijos; los desfavorecidos que, cuando tienen trabajos formales, trabajan en ocupaciones más riesgosas que otras personas no quieren hacer, entre otros ejemplos.
Una cosa importante a tener en cuenta es cómo estos grupos en situación de vulnerabilidad estarán preparados cuando esta pandemia se detenga, porque esperamos que se detenga en algún momento en el futuro. Y la única solución duradera a la crisis del COVID-19 es que se descubra y distribuya una vacuna eficaz, pero el segmento de la población de bajos ingresos es más vulnerable a contraer COVID-19 y, a la vez, tiene un acceso más irregular a los servicios de salud.
Al mismo tiempo, existe un escepticismo significativo con respecto a las vacunas ciertos sectores de la población. Por ejemplo, el 12% de las personas sin educación primaria cree que las vacunas no son efectivas. Esta cifra es solo de 1/3, solo del 4% entre las personas con mayor nivel educativo, es decir con estudios universitarios o terciarios incompletos. Según datos del índice de Confianza y Acceso a Vacunas de la Fundación Bunge y Born del 2019, la desconfianza está más generalizada dentro de este grupo de población.
En suma, vemos que a las desigualdades de larga data, que dificultan el acceso a las vacunas, por ejemplo, por barreras como la distancia o la falta de tiempo para acudir a establecimientos de salud, ahora se les suma una nueva desconfianza emergente.
Con el Laboratorio de aceleración de PNUD Argentina, el Co_Lab, comenzamos a trabajar en una hipótesis. Se relaciona con los orígenes y la naturaleza de la información que puede alentar a las personas a seguir acudiendo a los centros de vacunación: si trabajamos en mensajes positivos que contrarresten la desinformación sobre vacunas aumentaremos la confianza en la inmunización para fomentar la voluntad de ir a los vacunatorios.
Por medio de dos estudios cualitativos y de un amplio experimento de encuesta que se realizarán en asociación con la Fundación Bunge y Born, buscaremos llegar a una mayor comprensión del panorama argentino de desinformación con respecto a las vacunas y también evaluaremos cómo este tema coexiste con otras barreras que afectan el acceso de la población a las vacunas.
El análisis cualitativo complementará la información que ya produce la Fundación. Esta es responsable del capítulo argentino del índice de Confianza y Acceso a Vacunas. También monitorean el discurso público sobre inmunización al mapear estos temas en las redes sociales. Con los resultados de nuestro estudio cualitativo, vamos a coordinar con la Fundación la realización de un experimento de encuesta para probar los mensajes efectivos para contrarrestar la información engañosa sobre inmunización. El trabajo complementará los esfuerzos en curso de la oficina de país del PNUD en el área de la salud y en la respuesta rápida para la recuperación de la crisis del COVID
Cuando se trabaja para contrarrestar problemas emergentes como la desconfianza para asegurar la voluntad de vacunarse, también se debe considerar las limitaciones en el acceso a las vacunas. En Argentina, el estado proporciona varias vacunas de manera universal y hace cumplir su uso obligatorio. Sin embargo, las personas ¿pueden llegar a las instalaciones de salud? ¿Hay transporte público? Los centros vacunatorios ¿abren en horarios que permitan a los padres que trabajan ir? ¿Pueden las madres solteras dejar a sus hijos para llevar a los mas chicos a los centros de vacunación? Por ello al estudiar la desinformación, aún tendremos que considerar el problema crucial del acceso y evaluar sus limitaciones en todas sus dimensiones.
Entonces, además de comprender las barreras de acceso persistentes, nuestro objetivo también es identificar el alcance y las fuentes de desconfianza hacia las vacunas en la población de bajos ingresos, que es la más afectada durante el COVID-19. Nos proponemos: identificar los contenidos y las fuentes específicas (conocidos, redes sociales, WhatsApp, televisión, etc) de los conceptos erróneos y de la desinformación sobre las vacunas entre los grupos en situación de vulnerabilidad. Evaluar la demografía de la desconfianza y de sus efectos en el comportamiento, en familias y en los jóvenes. Entender, cómo se recibe la información adecuada, es decir si las personas reciben y comprenden los mensajes positivos sobre las buenas prácticas en salud e inmunización.
En este sentido, otro objetivo será amplificar la influencia de fuentes de información creíbles sobre las vacunas mediante e identificar y promover de modelos de rol a seguir en los barrios. Y, por último, comprender y desarrollar mensajes que potencialmente puedan anular la desinformación y los conceptos erróneos que subyacen a la desconfianza en las vacunas. Esta información, esperamos pueda ser insumo para las estrategias de los gobiernos para ampliar la cobertura de atención médica en medio de la crisis de COVID-19.
En particular vamos a enfocarnos en dos grupos: las madres porque son las encargadas de la vacunación de los niños. Esta tarea está casi exclusivamente a cargo de las mujeres. El segundo grupo son los jóvenes de 15 a 20 años porque, de acuerdo a los resultados del Índice de acceso y confianza a las vacunas de 2019, tienen mayores niveles de desconfianza. También porque su vacunación muchas veces está más allá del alcance de sus familias, esto quiere decir que pueden desconocer las indicaciones de sus familias, pero todavía son vulnerables a enfermedades, como el HPV.
En pocas palabras, nos enfrentamos a un doble desafío, seguir superando las barreras que atentan contra las oportunidades de obtener vacunas y también cómo estas barreras ahora interactúan con un desafío emergente: la desinformación. Lo que aprendamos de estos dos grupos proporcionará lecciones cruciales para la preparación de la población para la recepción de una vacuna contra COVID-19, cuando sea que esta esté lista.