La COP26 ha finalizado y el objetivo de reducir el calentamiento global a 1,5 grados centígrados está todavía vigente... pero no del todo. En Glasgow, muchos países, especialmente los países que menos contaminan, dieron un paso al frente y elevaron significativamente su ambición climática a la vez que se comprometían a llevar a cabo una acción por el clima más audaz y con mayor alcance. Sin embargo, la perspectiva que surge de la COP26 es imperfecta, ya que el mundo aún está muy lejos de donde debe estar para detener los impactos del cambio climático.
El Pacto Climático de Glasgow refleja pasos importantes que el mundo no puede darse el lujo de evitar. Un logro significativo es que el Reglamento del Acuerdo de París, las directrices operativas negociadas desde hace mucho tiempo, se implementó en Glasgow. Se avanzó en el financiamiento de la adaptación climática, en la perspectiva de género, en el objetivo global de adaptación y en la plataforma de pueblos indígenas y comunidades locales. Sin embargo, el acuerdo se quedó corto de acciones, como pedir el fin de los combustibles fósiles y poner precio al carbono.
El Acuerdo de París ha demostrado ser el vehículo adecuado y en donde la ciencia nos dice que debemos estar. En el período previo a Glasgow, tres cuartas partes de las naciones presentaron sus estrategias climáticas nacionales revisadas según lo estipulado en el Acuerdo de París. Pero estas promesas, que se conocen como Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés), demandan un apoyo significativo para convertirlas en realidad.
Los países en desarrollo, muchos de los cuales ya están sintiendo los efectos del cambio climático, deben tener la seguridad de que su ambición se cumplirá con el apoyo financiero y técnico necesario, incluida la garantía de que el compromiso de USD 100.000 millones sean los cimientos y no el tejado. Las finanzas también son fundamentales para generar confianza entre las diferentes partes de este esfuerzo colectivo
El apoyo a la adaptación de los impactos del cambio climático, así como en las pérdidas y los daños causados por esta crisis, es clave. Fundamentalmente, debe satisfacer las crecientes demandas de algunas de las comunidades más pobres y vulnerables del mundo que se encuentran en la primera línea de la crisis climática.
Como siempre, toda la familia de las Naciones Unidas estará dispuesta a ayudar a los países y comunidades para hacerlo posible. Esto incluye el apoyo proporcionado por la Promesa Climática del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que ahora asiste a 120 países, convirtiéndose en la oferta más grande del mundo de este tipo. El apoyo de la organización a las políticas de energía, género, adaptación o bosques, entre otras áreas, brinda soporte a los países cuándo y cómo lo necesitan.
El camino hacia la COP27 comienza ahora y es vital que aceleremos el impulso que nos brinda la COP26. Sin haber alcanzado el objetivo de los 1,5 grados centígrados, la COP26 debería ser un trampolín para nuevos compromisos de los países en el futuro más inmediato. Después de Glasgow, ya nadie puede hacerse ilusiones. La esperanza permanece, pero nuestras posibilidades para proteger a las personas y al planeta disminuyen cada día.