En el último Foro de Cobertura Sanitaria Universal celebrada el mes pasado en Tokio, fui testigo de cómo el Primer Ministro Shinzo Abe inspiraba a líderes y promotores mundiales que se comprometieron a brindar apoyo a la cobertura sanitaria universal, con el objetivo de que todas las personas, en todas partes, tengan acceso a servicios de salud de calida
El movimiento a nivel mundial a favor de la cobertura sanitaria universal ha avanzado mucho gracias al liderazgo del Gobierno de Japón. El siguiente paso para los gobiernos y donantes es destinar inversiones específicas para que la cobertura sanitaria universal sea una realidad y que la sociedad civil siga rindiendo cuentas al respecto.
Hay mucho trabajo por hacer. Subsanar la deficiencia del acceso a los servicios de salud de calidad requiere inversiones coordinadas en la prestación de servicios de salud e innovación, que tradicionalmente se han considerado como prioridades separadas pero que, en realidad, son dos lados de la misma moneda.
Por un lado, requerimos con urgencia nuevo medicamento, diagnóstico de enfermedades y vacunas para luchar contra enfermedades mortíferas. En el mundo, que sufre las consecuencias del calentamiento global, están incrementando las enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla y, más que nunca, surge la necesidad apremiante de desarrollar la innovación antes de que estas enfermedades se vuelvan incontrolables. La resistencia a los antibióticos también es un factor que complica el panorama.
Al mismo tiempo, la innovación sobra si no se apoya en sólidos sistemas sanitarios para dar lugar a la prestación de servicios de salud. Cada año se producen hasta medio millón de casos de tuberculosis multidrogorresistente (MDR-TB), un tipo letal de tuberculosis. La bedaquilina, un fármaco que ha ayudado a salvar vidas contra la MDR-TB, se aprobó hace más de cinco años en Estados Unidos. Sin embargo, la bedaquilina todavía no está disponible en muchos países de bajo y mediano ingreso, incluso en aquellos en los que la tasa de MDR-TB ha incrementado y que en particular son vulnerables a los brotes de la enfermedad.
Lograr una cobertura sanitaria universal requiere que se establezca la relación entre la innovación y la prestación de servicios de salud, garantizando que se desarrollen nuevos medicamentos y vacunas, así como facilitando el diagnóstico de enfermedades y, finalmente, lograr que los reciban las personas que más los necesitan. Algunos gobiernos como en Japón ya están asumiendo el desafío y cumpliendo su promesa de que nadie se quede atrás.
Por ejemplo, el Gobierno de Japón apoya al Fondo Innovador de la Tecnología de la Salud Global (GHIT) y a la Alianza de Acceso y Prestación de Servicios, que son dos iniciativas complementarias con el fin de solucionar las lagunas del acceso a la innovación que puede salvar vidas. El Fondo GHIT ayuda a desarrollar nuevos medicamentos y vacunas, y a realizar diagnósticos que deberían beneficiar a las personas más pobres del mundo, a la vez que los esfuerzos complementarios de la Alianza de Acceso y Prestación de Servicios, dirigida por el PNUD, fortalece los sistemas sanitarios, garantizando que la innovación en verdad llegue a las personas.
El mes pasado en el Foro de Cobertura Sanitaria Universal, aprendimos que al menos la mitad de la población mundial de 7.300 millones de personas aún no tiene acceso a servicios de salud básicos. Si queremos reducir esta diferencia debemos incrementar las inversiones en la innovación y la prestación de servicios de salud para todas las personas, y garantizar que nadie se quede atrás.
Sobre la autora
Mandeep Dhaliwal es Directora de VIH, Salud y Desarrollo en la Dirección de Políticas y Apoyo a Programas del PNUD. Síguela en Twitter: @Mandeep_Dh