Las diferencias entre los países desarrollados y los países en desarrollo en cuanto a la disponibilidad de vacunas y la potencia fiscal y monetaria perturbaron el crecimiento económico, el empleo y el bienestar en todo el mundo durante el 2021. Desafortunadamente, el desafío para el 2022 es una tormenta de divergencias entrelazadas que requieren de respuestas políticas a la inflación, a la crisis de deuda creciente, a los altos precios de la energía que desincentivan la inversión y a los efectos devastadores de la desigualdad en el reparto de las vacunas.
Aunque es probable que las economías desarrolladas se recuperen rápidamente de la variante Ómicron y de sus consecuencias políticas, la mayoría de los países en desarrollo se quedarán estancados y docenas enfrentarán un "cambio de fortuna" por primera vez en dos décadas. El ingreso per cápita está creciendo con más lentitud que en las economías desarrolladas y no se espera que regrese a los niveles anteriores a la COVID-19 hasta 2023 o 2024.
Una lectura en esta divergencia sugiere que el 2022 pondrá a prueba la resiliencia de los responsables de políticas nacionales y multilaterales. ¿Está el mundo entrando en un nuevo período de "divergencia global"?