Declaración del Administrador del PNUD en ocasión del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza 2024

17 de Octubre de 2024
a young boy standing next to a child
Foto: PNUD RDC

En este momento, gran parte del mundo sigue recuperándose de las repercusiones socioeconómicas de la pandemia de COVID-19, que provocó un aumento de la pobreza extrema en 2020 por primera vez en varias décadas. Lo cierto es que muchas familias siguen soportando las consecuencias de una continua crisis del costo de la vida agravada por la guerra en Ucrania. En este contexto, se estima que en 2024 unos 692 millones de personas viven en situación de pobreza extrema. Además, la onerosa carga de la deuda sigue impidiendo el avance en la lucha contra la pobreza en muchos países en desarrollo. En promedio, los países de ingreso bajo destinan más del doble de financiación al servicio de los pagos netos de intereses que al pago de servicios de salud o educación. Sin una aceleración importante de los esfuerzos de reducción de la pobreza, se prevé que menos de 3 de cada 10 países (disponible en inglés) reducirán a la mitad las tasas nacionales de pobreza antes de finales de la década.

El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza de este año nos invita a que tengamos en cuenta una dimensión desatendida de la pobreza: el maltrato social e institucional al que se enfrentan las personas que viven en la pobreza agravada por los conflictos y la falta de paz. Ya sea que el maltrato se manifieste a través de actitudes negativas, estigmatización y discriminación, o a través de la violencia que caracteriza a las instituciones, representa una negación de los derechos humanos fundamentales. Desde el acceso desigual a la educación, la atención de la salud, la protección social, el empleo o la identidad jurídica, las políticas perjudiciales que excluyen a quienes viven en la pobreza perpetúan aún más los ciclos de desigualdad y exclusión. 

Estos retos suelen ser más pronunciados en las regiones afectadas por conflictos e inestabilidad, donde el desmoronamiento de las instituciones y la presencia de conflictos afianzan aún más la pobreza y la exclusión. El nuevo Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) 2024 (disponible en inglés) muestra que unos 455 millones de personas en situación de pobreza multidimensional viven en países que experimentan conflictos, fragilidad o un bajo nivel de paz. En promedio, las tasas de pobreza son más de tres veces superiores en los países que sufren guerras a las de los países que no pasan por conflictos. Estos datos permiten dirigir el apoyo hacia donde más se necesita. Por ejemplo, el apoyo del PNUD en el Afganistán ha permitido a casi 23 millones de personas acceder a servicios esenciales como el agua, la energía y los medios de subsistencia desde 2021, lo que demuestra que las intervenciones específicas, como las inversiones en empresas de propiedad de mujeres, pueden proporcionar vías tangibles para salir de la pobreza.   

El Pacto para el Futuro, el principal documento final de la Cumbre del Futuro, reafirma que "la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío mundial y un requisito indispensable para el desarrollo sostenible".

La Alianza Mundial contra el Hambre y la Pobreza, propuesta por la Presidencia del G20 del Brasil, es indicativa de una creciente voluntad colectiva de acelerar los esfuerzos en esta esfera crítica y proporcionar el impulso político necesario para volver a encaminar al mundo hacia el hambre cero y la erradicación de la pobreza. Hoy, como parte del sistema de las Naciones Unidas, el PNUD se suma a la Alianza Mundial y se compromete a apoyar la puesta en práctica de la iniciativa. 

El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza de este año nos insta a actuar colectivamente en la promoción de sociedades justas, pacíficas e inclusivas, y de los elementos centrales del Objetivo de Desarrollo Sostenible 16. Los prejuicios sociales suelen traducirse en maltrato institucional que, a su vez, profundiza la discriminación, marginando aún más a los grupos vulnerables, las minorías étnicas, las mujeres y a quienes viven en la pobreza. Romper este círculo vicioso exige ir más allá de meros cambios en las políticas o de cuestionar normas sociales arraigadas. Debe conllevar un cambio fundamental de la forma en que las instituciones se relacionan con las personas a las que prestan servicios. Esto incluye aprovechar la oportunidad que brinda el impulso de la transformación digital mundial para integrar el respeto, la equidad, el acceso a los servicios y la justicia, las oportunidades y la inclusión en la trama misma de cada institución.