La pandemia de la COVID-19 es una emergencia sanitaria que ha cobrado la vida de casi 4 millones de habitantes en el mundo. Pero esta no es la única crisis que estamos enfrentando como humanidad. Un informe de la OMS señala que la desinformación puede generar una próxima crisis.
Desde remedios caseros, automedicación, pociones curativas, teorías antivacunas y de conspiración, entre otros bulos, la desinformación se apalanca en el creciente acceso masivo a dispositivos con conexión a internet que permiten la rápida diseminación de información falsa o no verificada, que se difunde, a veces incluso con intenciones perjudiciales.
La desinformación se ha agravado por la pandemia. Varios factores han contribuido a esto: información contradictoria o incompleta sobre un virus desconocido para la mayoría de las personas, ausencia de protocolos médicos para atender los casos, crisis económica y social por los encerramientos, y la digitalización forzada de muchas actividades que antes se hacían de manera presencial. La pandemia ha sido el caldo de cultivo para la germinación de desinformación, teorías conspirativas y, en general, un clima de sospecha e incertidumbre ante cualquier mensaje sobre la situación.
A través de las diferentes plataformas de comunicación actuales la información transita sin filtro, generada por cualquier individuo sin credenciales para informar sobre temas especializados, dando paso al invento de mitos e historias que se viralizan con facilidad, activando olas de opinión y creencias difusas que profundizan el clima de desinformación y desconfianza.
Las diferentes olas de desinformación se entretejen con lo fáctico cuando se actúa y se busca información que confirme los puntos de vista previos, lo que se le conoce como el sesgo de la confirmación , “que conduce a los individuos a creer tan solo a aquella información que confirma sus prejuicios, descartando argumentos y evidencias que desafían su pensamiento previo”.
Esto crea un ambiente de lo que hoy conocemos como posverdad, la "distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". En su libro, Post-truth, Mclytire trata de explicar la posibilidad de que en la actualidad la humanidad se encuentre en una situación en la que los "hechos alternativos" reemplacen a los hechos genuinos y los sentimientos tengan más peso que las evidencias objetivas y palmarias.
Es un hecho que la infodemia o demanda informativa se incrementó considerablemente y, junto a ella, periodistas de todas las regiones del mundo comenzaron a publicar noticias científicas sin haberse formado para este tipo de coberturas especializadas. La pandemia también reveló la necesidad de aumentar los esfuerzos para fortalecer el periodismo científico, el cual es decisivo para promover y defender el acceso a información pública sensible, calificada y oportuna.
Para entender este fenómeno, el año pasado, desde PNUD, a través del Laboratorio de Aceleración y en coordinación con UNESCO y la empresa Citibeats, llevamos a cabo un experimento sobre percepciones ciudadanas acerca de la pandemia. A través de la plataforma de Inteligencia Artificial sobre escucha social de Citibeats, categorizamos e identificamos líneas de opinión y conversaciones que pudieran marcar una tendencia, o que denotaran las necesidades, preocupaciones y cuestionamientos de la ciudadanía en tiempo real respecto al impacto de la COVID-19 sobre su bienestar.
Para ello, utilizando Inteligencia Artificial ética, se recopilaron y analizaron más de 100,000 opiniones anónimas extraídas a partir de Twitter y medios digitales relacionadas a la crisis de COVID-19 para el período de marzo a agosto de 2020, en torno a temáticas sociales relevantes al contexto de pandemia y nuestro trabajo. Entre ellas: turismo, pandemia, seguridad ciudadana, género, entre otras.
Entre nuestros hallazgos principales (consulta el informe completo aquí), encontramos que la conversación de la ciudadanía y sus preocupaciones durante el tiempo estudiado fueron diversas, denotando que el turismo, las medidas de seguridad y el estado de la protección social fueron las cuestiones que generaron mayor conversación. Además, se identificaron brechas de desinformación respecto a las medidas de seguridad y medidas de salud para combatir la COVID-19. Se observó como las medidas gubernamentales a lo largo de los meses generan repuntes de conversación en las diferentes temáticas de estudio. La crisis de la desinformación es una pieza más impactada por el choque sistémico que ha significado la crisis de COVID-19.
Este es el momento de reinventarnos, de plantear las hipótesis de nuevas realidades y la fuerza del cuarto poder. La pandemia nos ha dejado lecciones para crear una nueva realidad, que tenga en cuenta el poder de la desinformación, e identifique mecanismos para limitar este fenómeno, fomentando al mismo tiempo la voz de la ciudadanía y la libertad de expresión.