9 de diciembre de 2018
La corrupción está presente en todos los países, ya sean ricos o pobres, del norte o del sur.
Se trata de un ataque contra los valores de las Naciones Unidas.
Roba a las sociedades escuelas, hospitales y otros servicios vitales, aleja la inversión extranjera y despoja a las naciones de sus recursos naturales.
Socava el estado de derecho e incita a la comisión de delitos como el tráfico ilícito de personas, drogas y armamento.
La evasión fiscal, el blanqueo de dinero y otros flujos ilícitos desvían recursos que son muy necesarios para el desarrollo sostenible.
El Foro Económico Mundial cifra el costo de la corrupción en al menos 2,6 billones de dólares, o el 5 % del producto interno bruto mundial.
Según el Banco Mundial, las empresas y las personas pagan cada año más de 1 billón de dólares en sobornos.
La corrupción engendra más corrupción y fomenta una cultura destructiva de impunidad.
La Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción es uno de los principales instrumentos de que disponemos para avanzar en esta lucha.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 16 y sus metas también ofrecen pautas para la acción.
Mediante el mecanismo de revisión por pares previsto en la Convención, podemos trabajar juntos para sentar las bases de la confianza y la rendición de cuentas. En nuestra mano está educar y empoderar a los ciudadanos, promover la transparencia y fortalecer la cooperación internacional para recuperar activos robados.
Millones de personas de todo el mundo han acudido a las urnas este año con la corrupción como una de sus principales prioridades. En el Día Internacional contra la Corrupción, adoptemos una actitud firme a favor de la integridad