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La próxima etapa
Hacer frente a los desastres y construir para el futuro.
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Para los millones de familias de todo el mundo que viven en situaciones de crisis, no existen salidas fáciles o rápidas.
La duración promedio de los conflictos es de nueve años y la mayoría de las familias desplazadas permanecen alejadas de sus hogares alrededor de 17 años. Esto supone una gran carga para las personas refugiadas y las comunidades que las acogen, y suele provocar un aumento todavía mayor de las desigualdades.
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La crisis de Siria, que va ya por su noveno año, ha desplazado a 6,2 millones de personas dentro del país y forzado a 5,6 millones más a buscar refugio en países vecinos. El conflicto ha generado una cascada de problemas sociales en la región, como la necesidad de incrementar de manera significativa los servicios y recursos básicos a fin de mantener la cohesión social y la estabilidad, particularmente a nivel municipal. Esto hace que países limítrofes como Turquía, Jordania y Líbano necesiten ayuda urgente y continuada.
Tras la ocupación de Iraq por el ISIS en 2018, alrededor de 5,8 millones de iraquíes se quedaron sin hogar dentro de su propio país. Las escuelas dejaron de funcionar o lo hicieron de forma precaria, se perdieron medios de vida y las infraestructuras básicas quedaron destruidas; un país de por sí frágil de hundió aún más en el caos y la desesperación.
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El conflicto, la sequía y la epidemia de cólera más agresiva de la historia moderna han contribuido a la mayor catástrofe humanitaria mundial en Yemen, país donde el 80% de la población se ve necesitado de ayuda. Si Yemen antes ya era pobre, ahora se encuentra en la más profunda miseria.
Los 30 millones de personas que habitan en las riberas del lago Chad ven cómo aumenta cada día su situación de vulnerabilidad ante el progresivo secado de lo que antaño fue un lago enorme. El desastre se multiplica debido a la crisis originada por la insurgencia de Boko Haram en la región nororiental de Nigeria, que ha desplazado a 2,4 millones de personas y abocado a más de 10 millones a necesitar de protección para poder sobrevivir.
Dos enfoques para afrontar las crisis
Ante el incremento de la complejidad y la duración de las crisis, el PNUD ha venido adaptando sus respuestas a las nuevas demandas.
Este proceso exige cubrir las necesidades a corto plazo al tiempo que se sientan las bases para un futuro mejor. Con su amplia experiencia en la respuesta a situaciones de crisis, el PNUD se encuentra en una posición inmejorable para combinar estos dos enfoques.
Cada respuesta está adaptada a las necesidades del país. Nuestro propósito es ofrecer a las personas con las que trabajamos asistencia esencial e inmediata, y esperanza y confianza en el futuro, además de apoyar la creación de las instituciones necesarias para la formación de comunidades equitativas, sostenibles y pacíficas.
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Cuando estalló el conflicto sirio, los países vecinos acudieron en su ayuda y, de forma generosa, acogieron a las familias que huían de la violencia.
Ocho años más tarde, y sin vislumbrarse todavía el final de la guerra, 21,2 millones de personas en la región se han visto afectadas por la crisis.
Desde 2015, el PNUD y ACNUR dirigen el Plan Regional para los Refugiados y de Resiliencia. Este plan no solo aborda las necesidades humanitarias, sino que abarca también las necesidades de desarrollo de los países de acogida. Tras la tercera conferencia de Bruselas, celebrada en marzo de este mismo año, los países donantes prometieron contribuciones por un monto total de US$ 7.000 millones para proporcionar protección, alimentos, viviendas, medios de vida y nuevas infraestructuras, así como para facilitar a los ciudadanos sirios dentro y fuera del país la satisfacción de sus necesidades más inmediatas, y fomentar su resiliencia para vivir juntos en paz y prosperidad.
Los organismos de la ONU y sus organizaciones aliadas tienen como objetivo para 2019 prestar asistencia a 11,7 millones de personas dentro de Siria, 5,6 millones de refugiados, y 3,9 millones más que viven en comunidades de acogida ubicadas en países limítrofes.
“Hemos descubierto nuestro espíritu emprendedor”.
En Turquía, Jordania y Líbano, el PNUD está ofreciendo una respuesta integral, con actuaciones en múltiples ámbitos, desde el apoyo a los planes nacionales de respuesta y a la prestación de servicios municipales, hasta ayuda para la expansión de la red de infraestructuras a fin de cubrir la creciente demanda, pasando por su trabajo directo con las comunidades a través de actividades de capacitación profesional, enseñanza de idiomas y programas de cohesión social, así como la colaboración en otras facetas con los gobiernos municipales. Estamos desarrollando diversos programas creativos que ayudarán a los refugiados y a los países de acogida a reforzar su resiliencia y a vivir en paz y dignidad.
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En Iraq la guerra acabó, pero la batalla para restablecer los medios de subsistencia, reconstruir las infraestructuras y devolver la esperanza continúa.
Aunque todavía hay 1,8 millones de personas desplazadas, cuatro millones han podido volver a sus hogares y ya disfrutan de una mejor educación, de servicios de salud e infraestructuras.
El Servicio de Financiación para la Estabilización Inmediata (SFEI), establecido en junio de 2015, ha recibido US$ 1.000 millones. Desde su creación, este instrumento ha sentado las bases para la reconstrucción y la recuperación mediante la reconexión de las redes eléctricas y la reconstrucción de los sistemas de suministro de agua y tratamiento de residuos, así como de carreteras y puentes. Estas actividades han generado puestos de trabajo a corto plazo para los residentes locales y allanado el camino para una reconstrucción y un desarrollo a más largo plazo bajo los auspicios del Programa de Respuesta ante las Crisis y de Resiliencia. De esta manera, se ha logrado impulsar las economías locales y apoyar el desarrollo de pequeñas empresas.
La labor del SFEI ha contribuido a que cuatro millones de los casi seis millones de personas desplazadas del país hayan podido regresar a sus hogares. Esto ha permitido que 490.000 jóvenes tengan acceso a una educación mejor, 1,4 millones de personas cuenten con servicios de salud, 1,9 millones tengan suministro de agua potable y 2,8 millones electricidad.
“Seguiré trabajando aquí hasta que me jubile. Nunca me iré de este hospital; me encanta estar aquí y me encanta mi trabajo”. – Jindar.
“Estamos trabajando estrechamente con el Gobierno de Iraq para asegurar la construcción y el funcionamiento de los hospitales y los centros de salud locales tan pronto como sea posible, para animar a quienes huyeron a retornar a sus hogares y para ayudarlos a confiar en los servicios que se ofrecen”, explica Marta Ruedas, Representante Residente del PNUD en Iraq.
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Cuesta asimilar las cifras: 20 millones de yemeníes carecen de comida suficiente. Casi 10 millones están al borde de la hambruna.
Cerca del 80 por ciento de la población del país necesita ayuda, y debido a los vaivenes de su moneda y la espiral de inflación en los precios, millones de personas se ven incapaces de obtener ingreso alguno o de comprar alimentos y combustible.
El desplazamiento es uno de los principales factores de la hambruna que amenaza a Yemen (3,3 millones de personas han tenido que abandonar sus hogares, de las cuales 600.000 lo hicieron en 2018). El hambre asola con especial dureza en las regiones donde el conflicto es más encarnizado.
“Cuando me vi obligada a huir de mi hogar, mis hijos y yo nos acostamos con hambre muchas noches. No encontrábamos alimentos, y a veces les decía que no tenía hambre para que la poca comida que lograba poner sobre la mesa fuera suficiente para ellos”. – Samiha
En 2019, y con miras al futuro, el PNUD seguirá trabajando con Yemen para superar una de sus épocas más oscuras.
Estamos sentando las bases de un futuro mejor: cerca de 320.000 personas tienen comida, trabajo y suministro eléctrico sostenible. Colaboramos con el Banco Mundial en programas enfocados en apoyar a las instituciones nacionales para que puedan seguir prestando los servicios que necesita la gente, creando empleos y fomentando la resiliencia en este periodo de extraordinaria dificultad.
Respondemos a la inseguridad alimentaria ayudando a que los pescadores y agricultores locales puedan continuar con su labor. Ofrecemos dinero en efectivo a cambio de trabajo a personas sin ningún otro recurso económico. Impulsamos la dignidad de los yemeníes mientras trabajan para la reconstrucción de su país.
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Lo que anteriormente fuera un enorme y saludable lago es ahora un cuerpo de agua frágil debido al cambio climático y a una gestión insostenible de los recursos hídricos. Y ello está teniendo un profundo impacto en la región formada por el nordeste de Nigeria, Níger, Chad y Camerún.
“El lago se ha estado reduciendo durante los últimos 50 años”, dice Ibrahim Alimi, un maestro jubilado. “Antes llegaba tan lejos como alcanza la vista; ahora estas zonas están cubiertas de arena”.
La seguridad alimentaria se ha deteriorado y más de siete millones de personas se enfrentan a la amenaza de la hambruna, mientras medio millón de niños sufren malnutrición aguda, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. Se estima que 35 millones de personas dependerán en 2020 del lago y sus recursos.
A esta crisis se añade un aspecto político: la insurgencia de Boko Haram en el nordeste de Nigeria ha desplazado a 2,4 millones de personas, y más de 10 millones necesitan asistencia y protección para sobrevivir.
Hemos puesto en marcha una alianza de US$ 1,7 millones para restaurar la vegetación, apoyar los negocios de mujeres y ayudar a los agricultores a adaptarse al cambio climático. Hemos entregado subsidios en efectivo a 82.000 personas en situación de máxima vulnerabilidad. Asimismo, nuestros programas de efectivo por trabajo han beneficiado a más de 4.000 personas. Más de 5.000 agricultores han recibido dinero y equipos para revitalizar sus empresas.
Resumen
Todas estas crisis exigen una visión reflexiva y audaz, una planificación efectiva a largo plazo y una conexión firme entre las respuestas de emergencia a corto plazo y el desarrollo a largo.
Para ello será necesario impulsar un desarrollo enfocado en la resiliencia de los más vulnerables y, al mismo tiempo, abordar los déficits estructurales y las causas profundas de las crisis.
Nuevas formas de pensar sobre cómo ayudar a las personas y a las comunidades a volver a levantarse y a seguir adelante sin caerse.