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Vigías de la tierra

Mujeres que cultivan cambios en el Uruguay

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En el Uruguay, un grupo de mujeres rurales está rompiendo con las desigualdades estructurales y enfrentando los embates del cambio climático.

A través de la iniciativa VIGÍAS, estas mujeres cultivan y cuidan la tierra, a la par que tejen redes de apoyo mutuo, comparten conocimientos y promueven soluciones para hacer del campo un lugar mejor.

Karen, Adriana y Rosina son ejemplos vivos de este liderazgo.

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Karen, Adriana y Rosina (de izquierda a derecha). Fotos: PNUD Uruguay

“La conexión que tiene la mujer de dar vida es como la de la Tierra”

Karen es mucho más que una ganadera. Desde su finca, Piedra Libre, ubicada en el Departamento de Lavalleja, al sur del país, lidera iniciativas que combinan la adaptación climática y el fortalecimiento comunitario.

El nombre de su finca tiene un significado profundo para Karen. “‘Piedra libre’ era lo que gritábamos cuando jugábamos a la escondida. Y cuando ibas corriendo para poder pasar la pica y gritar ‘piedra libre para mí y para todos mis compas’, era un juego comunitario”, explica. Ese concepto de colaboración y esfuerzo colectivo es algo que, según ella, es clave para salvar el sector agropecuario del país.

En 2020, Karen dejó su vida en la ciudad para dedicarse de lleno al campo, sabiendo que debía combinar trabajo y formación. “Sin educación, en el campo es difícil vivir. Es muy importante capacitarse, o de lo contrario, te quedas enseguida fuera del juego”, afirma con convicción. Así que se formó en áreas como veterinaria, inocuidad alimentaria y cambio climático.

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En Piedra Libre, Karen y su familia han convertido los desafíos en oportunidades. Por ejemplo, aplican estrategias anticipadas como la acumulación de forrajes y el manejo cuidadoso del agua, logrando mantener a su ganado además de brindar agua a vecinos que también se dedican a la producción.

Sueña con un campo que sea capaz de enfrentar los impactos del cambio climático “sin excusas”.

En este sentido, el Uruguay cuenta desde el 2019 con un Plan Nacional de Adaptación a la Variabilidad y el Cambio Climático para el Sector Agropecuario, liderado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca del país con el apoyo de la FAO y el PNUD. Además, avanza en la mitigación y adaptación al cambio climático mediante sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs por sus siglas en inglés), habiendo presentado ya su tercera NDC. Según el último informe sobre el estado de estas contribuciones, el país destaca por su firme compromiso con la igualdad de género, la inclusión social y la transición justa.

Karen también ha sido testigo de cómo el miedo y la falta de oportunidades limitan a muchas mujeres en su comunidad, mientras que los roles tradicionales tienden a invisibilizarlas. "Yo trabajo igual que mi esposo; compartimos las tareas", expone. Ella es una firme creyente de que “la conexión que tiene la mujer de dar vida es como la de la Tierra", comparando la fuerza creadora de ambas. 

Con el propósito de romper estas barreras, ha asumido un papel clave en la iniciativa VIGÍAS, convirtiéndose en un enlace fundamental para facilitar el acceso a otras mujeres a información, capacitaciones y recursos. Desde Piedra Libre, Karen inspira a crear un futuro mejor desde el campo, con la meta de construir un legado basado en la comunidad y la equidad.

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“Somos las guardianas del campo natural”

Adriana nació en Villa Indart, el predio rural que ha pertenecido a su familia por más de 100 años. Está ubicado en el Departamento de Rivera, en la frontera con el Brasil.

Su conexión con lo rural está arraigada en los recuerdos de su infancia, que forjaron su sentido de pertenencia y su amor por el campo: “Me fui a Rivera [la ciudad] y cursé primaria y secundaria. Regresaba [al predio] todas las vacaciones”.

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Ese lazo indestructible con la tierra fue el que la llevó, después de ser testigo durante años de prácticas de sobreexplotación, a comprometerse a dejar el predio en mejores condiciones para las generaciones futuras. “Era un tema ético, de dejar este espacio mejor [...]. No me conformaba solo con producir”, subraya, reflejando su visión de responsabilidad y sostenibilidad.

El Uruguay dispone de 16,4 millones de hectáreas aptas para uso agropecuario, lo que constituye más del 90 % de su territorio. No obstante, el uso intensivo de las tierras ha traído consigo desafíos significativos, como la degradación del suelo, mientras que los efectos del cambio climático, como sequías más intensas y prolongadas, agravan aún más la situación. En este contexto, el uso responsable y sostenible del campo natural puede ser clave para la conservación y preservación de los ecosistemas, favoreciendo la regeneración del suelo, la biodiversidad y la sostenibilidad productiva a largo plazo.

Adriana está decidida a revertir la situación aprovechando las soluciones que la tierra ofrece. “Durante la última sequía, los cercados optimizaron el uso del agua”, comenta mientras recorre orgullosa uno de los tajamares que permitió a su ganado beber todo el periodo de sequía. Hoy, en su comunidad, impulsa iniciativas como la construcción de cisternas para captar agua de lluvia y la mejora en la gestión hídrica con cercados de estanques para optimizar su uso en tiempos de escasez.

También ha integrado su predio al programa de Refugios de Vida Silvestre, una ONG dedicada a la conservación del patrimonio natural del Uruguay, con el objetivo de transformar su terreno en un espacio donde la producción y la conservación de la biodiversidad puedan coexistir. Y forma parte de Semillas Fronterizas, de la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas, donde junto a otras mujeres rurales promueve el cultivo y conservación de semillas nativas, generando oportunidades para la producción sostenible y la autonomía económica.

Pero no siempre fue así. Adriana explica que el área era extensa y carecía de un tejido comunitario rural sólido. Sin embargo, con la iniciativa VIGÍAS, poco a poco se ha logrado crear un espacio en el que “poder gestionar temas colectivos”, comenta. A través de encuentros con otras mujeres rurales, Adriana busca inspirar a otras para que se conviertan en protectoras de los recursos naturales porque, como ella misma destaca: “Somos las guardianas del campo natural”.

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“Esta tierra yo la tomo prestada de mis hijos”

Rosina ha decidido dedicar su vida a preservar el campo que heredó de su padre. “Papá siempre dijo que él tomaba prestada la tierra de sus hijos. Y hoy me siento y me veo reflejada en esas palabras. [...] Esta tierra yo la tomo prestada de mis hijos. Por eso tengo la obligación de trabajarla con responsabilidad y amor”, afirma con satisfacción.

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Su finca está situada cerca del Río de la Plata, en el municipio de Libertad, en el Departamento de San José. En sus propias palabras, se trata de un "predio multirubro", pues cultiva frutos y practica la agricultura, la ganadería y hasta algo de horticultura.

Esta diversidad productiva no solo refleja su enfoque integral, sino también la adaptabilidad necesaria para enfrentar los retos de la actividad rural, como los vinculados al cambio climático: “La principal dificultad que tenemos hoy es jugar con las variables climáticas, que son sin duda cada vez más adversas”, explica.

En su afán de hacer de su predio un lugar más sostenible, Rosina ha adoptado prácticas como el uso de rastrojos de cultivos para retener la humedad y así conservar mejor el suelo, o el control biológico de plagas, como la confusión sexual con feromonas, lo que disminuye la necesidad de pesticidas químicos. Estas estrategias no solo contribuyen a reducir significativamente el impacto ambiental, sino que también garantizan la calidad de sus productos y refuerzan la resiliencia de la tierra.

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A través de la iniciativa VIGÍAS Rosina confirma que ha generado vínculos con otras mujeres “valiosísimas” y que le entusiasma ver que no es la única: “Tenemos la misma problemática, peleamos de la misma manera y estamos buscando [soluciones] para que esto salga adelante. Eso es lindo, hay que continuarlo y hay que replicarlo”, explica sobre la labor de otras mujeres rurales en la mitigación y adaptación al cambio climático.

Otro reto para Rosina ha sido liderar una empresa agropecuaria en un sector todavía dominado por los hombres, equilibrando responsabilidades familiares y laborales siendo madre de tres hijos. Pero su negocio rompe esquemas: “Este establecimiento tiene una peculiaridad, y es que hay muchas mujeres ocupando cargos de confianza o responsabilidad, enmarcado este orgullo de ser mujer rural, liderando emprendimientos”. De esta forma, Rosina logró ser la primera mujer del país en conseguir el sello Murú, que reconoce y valora los productos y servicios de las mujeres rurales.

Esta historia se basa en los testimonios de Karen, Adriana y Rosina, cuyos relatos fueron originalmente publicados en este artículo.

La iniciativa Climate Promise del PNUD, a través del programa Pledge to Impact, ha apoyado a más de 120 países para mejorar e implementar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés) en virtud del Acuerdo de París. Pledge to Impact cuenta con el generoso apoyo de los gobiernos de Alemania, Japón, Reino Unido, Suecia, Bélgica, España, Islandia, Países Bajos, Portugal y otros socios de financiamiento básico del PNUD. Este programa sustenta la contribución del PNUD a la NDC Partnership.


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