La crisis sanitaria, social y económica provocada por la COVID-19 ha venido acompañada de un desafío de contaminación informativa sin precedentes, lo que la OMS denomina "infodemia". Esto, no sólo está dificultando la eficacia de las respuestas de salud pública, sino que también está debilitando la cohesión social y la estabilidad política en todo el mundo.
Para una mayor comprensión de la magnitud y naturaleza de este desafío en América Latina y el Caribe, el PNUD encargó una investigación sobre medios sociales y digitales que analizó el ámbito digital público en español e inglés durante un período de cuatro meses y medio, desde octubre de 2020 hasta febrero de 2021.
La investigación, llevada a cabo por Constella Intelligence, recogió 37 millones de resultados provenientes de 4,4 millones de perfiles a través de todas las plataformas públicas, incluyendo Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, páginas web de prensa, blogs y otras comunidades digitales. Esto es lo que hemos encontrado.
Pongamos las cosas en perspectiva
La COVID-19 provocó un gran volumen de conversaciones en el ámbito público digital. La mayor parte del contenido - aproximadamente el 60 por ciento- consistió en noticias e intercambios neutrales, un importante recordatorio del papel crítico que desempeña el ámbito digital a la hora de garantizar un amplio acceso a la información esencial en un momento de gran incertidumbre. Las bromas y las sátiras - mecanismos clave para hacer frente a los momentos de mayor estrés - también se manifestaron como un componente importante de las conversaciones en línea, generando casi 1 de cada 4 comentarios de todos los examinados. La mayor parte de las conversaciones sobre la COVID-19 - en internet como en el día a día- gira en torno a preguntas pertinentes y opiniones legítimas. Participar en ellas es tan importante como responder a la contaminación informativa.
Gran parte del debate sobre la COVID-19 es realmente un debate sobre política
Debate entorno a las políticas adoptadas en respuesta a la pandemia generó casi 1 de cada 5 comentarios. Muchos de ellos vertían críticas a las acciones tomadas por el gobierno y preocupaciones por los retrasos en la llegada de las vacunas. En muchos casos, estas discusiones reflejaron y ahondaron en la polarización política que existía antes de la COVID-19. A menudo, tenían su origen en los niveles excepcionalmente altos de desconfianza hacia las instituciones públicas que se han ido construyendo en la región durante la última década. Aquí, puede verse, una vez más, cómo la crisis causada por la COVID-19 en América Latina y el Caribe, ha sido también una crisis de gobernabilidad.
Aún así, hay mucha contaminación ahí fuera
Aproximadamente el 1,4 por ciento de los contenidos analizados, podrían clasificarse como una clara contaminación informativa (información falsa, manipulada y engañosa, producida y transmitida con o sin intención dañina). Aunque la proporción puede parecer pequeña, corresponde a un volumen considerable de contenidos (medio millón de artículos en 4 meses), que tiene un impacto desmesurado en las audiencias más vulnerables. Algunos de los discursos de contaminación informativa más comunes -que representan aproximadamente el 40% de los contenidos "contaminados" examinados- están relacionados con los posibles efectos secundarios de las vacunas y las supuestas ventajas de los tratamientos alternativos contra la COVID-19. Otras narrativas giran en torno a los supuestos daños causados por el uso de las mascarillas y al rechazo del distanciamiento social como forma eficaz de prevención. Estos contenidos han tenido un impacto significativo en el debilitamiento de la respuesta, al fomentar el desprecio de las medidas de salud pública verificadas, poniendo en peligro los esfuerzos para controlar la pandemia.
La sensación de pérdida de control alimenta las teorías conspirativas
En América Latina y el Caribe, mucha gente ha salido de la pobreza extrema en las últimas dos décadas. Sin embargo, gran parte sigue careciendo de las oportunidades y los recursos necesarios para encauzar sus vidas. A pesar de que muchos países han alcanzado niveles de renta media, la vulnerabilidad económica sigue siendo una realidad para grandes segmentos de la población en toda la región. La sensación de falta de control y la ansiedad que esto conlleva han interactuado de forma significativa con la COVID-19, alimentando teorías de conspiración que catalogan la pandemia como parte de un complot urdido por poderes ocultos y lejanos. Los contenidos de esta naturaleza representan el 45,6% de la contaminación informativa detectada por el estudio. Hashtags como #plandemia y #covid1984 están entre los más populares en estas conversaciones.
¿Cree que los medios de comunicación "tradicionales" se están volviendo irrelevantes? Reflexione de nuevo
La producción de contenidos relacionados con la COVID-19 en el mundo digital está bastante concentrada, ya que los 200 entes más influyentes generan 1 de cada 4 resultados. Más de la mitad de estos perfiles pertenecen a medios de comunicación (el 76% de los cuales son internacionales). A modo de comparación, el 11% pertenece a figuras políticas. Los portales de comunicación globales son los más compartidos en la región, siendo CNN, El País, Russia Today, New York Times, BBC y Reuters los que más impacto tienen. Está claro, por tanto, que los medios de comunicación siguen desempeñando un importantísimo papel en la creación de opinión pública y que por tanto, una vinculación constructiva con estos medios sigue siendo indispensable para aquellas personas u organizaciones que buscan promover la circulación de información basada en pruebas.
Sin embargo, la basura mediática desempeña un papel fundamental en la difusión de la contaminación
Si bien una parte importante de la contaminación informativa se crea mediante la remodelación, la reformulación y la reproducción de contenidos descontextualizados producidos por los medios de comunicación convencionales, la investigación identificó varios sitios web creados con el objetivo principal de generar desinformación. Varios de estos dominios se registraron en 2020 en respuesta a la pandemia, pero tienen vínculos con medios de comunicación conspirativos previamente establecidos, así como con medios alternativos. Comprender los incentivos que impulsan a la creación de estos sitios web y cómo se incorporan en las redes de desinformación será un paso clave para abordar las dinámicas de contaminación informativa.
Las conversaciones son mayoritariamente locales
El mapeo revela que las mayores comunidades en Twitter y Facebook son generadas por conversaciones específicas de cada país. Los niveles de interacción más altos se producen entre comunidades del mismo país y ninguna comunidad ocupa una posición central a la hora de compartir información. La mayoría de influencers tienen impacto en un solo país, mientras que el 30% tiene una influencia regional. La participación efectiva en estas conversaciones requerirá estrategias muy localizadas.
Pero la contaminación es indudablemente global
Si nos fijamos en los contenidos "contaminados", observamos patrones de propagación muy diferentes con una fuerte influencia de las conversaciones mundiales: de hecho, una de cada 5 de las personas más influyentes en este espacio está geolocalizada en Estados Unidos, una de cada 10 en España. En el centro de la red de contaminación informativa, se encuentra una comunidad de habla hispana que mantiene fuertes interacciones con las comunidades de cada país. La región del Caribe, por su parte, parece ser especialmente vulnerable a la contaminación informativa "importada" de los usuarios de Estados Unidos. Es necesario un enfoque coordinado y transfronterizo.
Mientras varios países de la región de América Latina y el Caribe se están viendo afectados por la segunda o tercera ola de la pandemia, los gobiernos también están demostrando un esfuerzo sin precedentes, en lo que respecta a la vacunación. Por lo tanto, es importante que los países creen un marco adecuado para la correcta difusión de información precisa y comprensible, basado en la ciencia y en las evidencias, para todas las comunidades.
Para contrarrestar la contaminación informativa se necesitarán estrategias específicas para cada contexto y con múltiples vertientes. El desarrollo de sistemas eficaces de escucha social y de detección de la contaminación informativa será un fundamental primer paso. Una mayor transparencia de la acción pública, un compromiso activo de los medios de comunicación, el fortalecimiento de las capacidades de verificación de la información y la participación de la comunidad, son algunas de las otras medidas que serán necesarias. Nada de esto es fácil, pero no hay duda de que es necesario actuar con urgencia para dejar las cosas claras y combatir la desinformación relacionada con la COVID-19, generando confianza en la vacuna y salvando vidas.