Navegando en tiempos de incertidumbre
Un mundo de preocupaciones, un mundo de esperanza
El cambio es un fenómeno normal. A lo largo de la historia, el ser humano ha tenido que hacer frente a plagas, guerras y convulsiones políticas.
Sin embargo, los tiempos inciertos que vivimos hoy son diferentes en más de un sentido. Si sentimos que nuestra vida no es segura, es porque no lo es. Según el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, estamos navegando por aguas desconocidas, atrapados en las corrientes impredecibles del peligroso cambio planetario, la transformación social radical y la creciente polarización de la sociedad.
Desde los efectos punitivos y generalizados de la COVID-19 hasta la crisis alimentaria derivada de las perturbaciones climáticas y de la guerra en Ucrania, los cambios geopolíticos, al igual que las señales de advertencia de un planeta que cambia de manera peligrosa para las personas y muchas formas de vida, están creando un contexto sin precedentes.
Por primera vez desde que empezamos a medirlo, el Índice de Desarrollo Humano ha disminuido durante dos años consecutivos y en más del 90 % de los países.
El suelo bajo nuestros pies se está moviendo, introduciendo un nuevo tipo de incertidumbre para el que no tenemos una guía.
En consecuencia, tenemos la sensación persistente de que el control que ejercemos sobre nuestras vidas se nos está escapando de las manos, que las normas e instituciones en las que solíamos confiar no tienen las respuestas que necesitamos.
Redefinir la incertidumbre
Incluso antes de la pandemia, más de seis de cada siete personas se sentían inseguras, y la inseguridad aumentaba más en muchos países ricos, a pesar de años de progreso en comparación con los indicadores estándar para medir el bienestar.
Al mismo tiempo vivimos en la era del Antropoceno, en la que los humanos tenemos el poder de dar forma al planeta, pero ignoramos cómo lidiar con las consecuencias de ese mismo poder.
Desde el aumento de las temperaturas hasta la disminución de la biodiversidad (más de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción), estamos alterando el marco de referencia fundamental con el que hemos vivido durante milenios.
¿Cómo vivir en un mundo sin insectos en abundancia? Este caso no se ha dado en unos 500 millones de años, cuando aparecieron las primeras plantas terrestres del mundo, y los insectos. Sin insectos para polinizar las plantas, nos enfrentaremos a desafíos tremendos para poder cultivar alimentos.
Los ciclos de las materias han cambiado drásticamente. Por primera vez, el asfalto y el hormigón superan a la biomasa terrestre. Los microplásticos contaminan desde los niveles más profundos del océano hasta las montañas más altas, así como nuestros pulmones y sangre. Un informe reciente reveló que el agua de lluvia no es potable en ninguna parte de la Tierra.
El blanqueamiento masivo de corales se ha convertido en algo común. Y lo que una vez fueron bloques de hielo, ahora se describen como los “gigantes dormidos”.
Frustración y alienación
La polarización política es imposible de ignorar. Está en aumento, impulsada por su aliada más antigua, la desigualdad, trabajando junto con una de sus nuevas amigas: las redes sociales. Muchas personas, especialmente los jóvenes, se sienten frustrados por sus líderes políticos. La sospecha ha ganado la batalla a la confianza. En todo el mundo, menos del 30 % de las personas creen que se puede confiar en los demás, lo que representa la tasa más baja de la historia.
Los conflictos armados también están aumentando. Por primera vez, más de 100 millones de personas se ven obligadas a desplazarse, la mayoría dentro de sus propios países.
El Antropoceno está generando traumas, ya sean pandemias, cambio climático o seguridad alimentaria, que afectan nuestro bienestar mental.
La COVID-19 nos ha enseñado qué cosas anticipar. Durante el primer año de la pandemia, la depresión y la ansiedad aumentaron en más del 25 %. Las personas que luchan por poder pagar los productos básicos, así como las mujeres, que asumen más trabajos no remunerados, se han visto afectadas de manera desproporcionada.
Los impactos de esta situación en los niños en particular son profundos, alteran el desarrollo cerebral y corporal, especialmente en las familias más pobres, reduciendo así sus oportunidades para el futuro.
No todo va bien, pero tampoco todo está perdido
De acuerdo con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el desarrollo consiste en cambiar las cosas, en trazar nuevos caminos hacia lo desconocido, en transformar nuestro mundo. Una de las grandes lecciones de la historia de la especie humana es que podemos lograr mucho con muy poco si trabajamos juntos.
El informe sugiere tres formas de ayudar a navegar en este contexto, e incluso prosperar, en el laberinto de la incertidumbre.
Las inversiones inteligentes y prácticas siguen siendo vitales. Desde la energía renovable hasta la preparación para las pandemias y los peligros naturales, las inversiones deben ayudar a proteger a las personas de las crisis, fortalecer la seguridad económica y alimentaria y promover los bienes públicos nacionales y mundiales.
El informe cuestiona cómo deberían ser las inversiones en educación y habilidades ante el ritmo desorientador del cambio tecnológico, incluida la automatización y la inteligencia artificial, o ante las transiciones energéticas que se necesitan para reestructurar las sociedades.
Es necesario revitalizar los seguros y la protección social, incluso para quienes trabajan en la economía informal. Necesitamos avanzar hacia una distribución más amplia del riesgo, particularmente para los servicios básicos universales como la educación y la atención médica. Esto fomentará la innovación y el espíritu empresarial. La gente no probará cosas nuevas si eso significa jugar con la salud y la educación de su familia.
La innovación, ya sea tecnológica, económica o cultural, estará en el centro de los esfuerzos a realizar para afrontar con éxito cualquier desafío que se presente.
Depende de nosotros definir hacia dónde vamos
Los desafíos en el Antropoceno y las transformaciones sociales son enormes. La inseguridad y la polarización empeoran las cosas.
Sin embargo, la COVID-19 también nos ha demostrado que podemos cambiar si así lo decidimos. La acción sin precedentes de los bancos centrales dejó en la sombra su respuesta a la crisis financiera de 2008. La protección social se hizo “posible” y salvó a muchas personas de los peores efectos socioeconómicos de la pandemia. También ha demostrado ser un laboratorio de innovación a gran escala, al ampliar la cobertura de beneficios a refugiados, migrantes y trabajadores informales. Además, ha impulsado a la sociedad civil a abordar las injusticias sociales, económicas y políticas subyacentes.
En esta nueva era turbulenta que nos ha tocado vivir, podemos establecer la dirección hacia la cual nos queremos dirigir, pero no podemos garantizar su resultado. La buena noticia es que tenemos más herramientas que nunca que nos ayudan a navegar, aunque ninguna de las maravillas tecnológicas puede sustituir un buen liderazgo y la acción colectiva.
Al desbloquear nuestro potencial humano, al aprovechar nuestra creatividad y diversidad, el Informe sobre Desarrollo Humano nos desafía a crear un futuro en el que prosperemos, hoy y en el futuro, y en el que, aunque sea incierto, ofrezca más promesas que peligros.
“Siempre parece imposible hasta que se hace”. —Nelson Mandela
Créditos fotográficos
PNUD Georgia; PNUD / Morgana Wingard; PNUD Mauritania; PNUD Ucrania / Mackenzie Knowles-Coursin; PNUD Nigeria.