El 2019 es el año de la acción decisiva contra la desigualdad. La versión preliminar del Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2019 del Secretario General de las Naciones Unidas es señal de alarma: a pesar de los progresos realizados en algunos países, la acción mundial no es lo suficientemente ambiciosa como para alcanzar las metas relativas a la desigualdad. El informe muestra que las poblaciones y los países más vulnerables siguen sufriendo de manera desproporcionada. A este ritmo, el mundo no habrá erradicado la pobreza extrema para 2030.
¿Qué se ha logrado hasta ahora?
Observamos una serie de iniciativas que los países han adoptado para abordar la desigualdad y las consecuencias de la discriminación, a través de sistemas de protección social y de innovación para monitorear la vulnerabilidad.
En la República Democrática Popular Lao, el Gobierno ha tomado medidas para garantizar la prestación de servicios a las poblaciones más marginadas, independientemente de su origen étnico o lengua, al centrarse en la reducción de la pobreza en las zonas remotas y desfavorecidas. Se ha establecido un sistema de monitoreo de la pobreza y una comisión nacional para las personas con discapacidad y de la tercera edad.
En su 12º plan quinquenal, Bhután identificó a 14 grupos vulnerables mediante una evaluación preliminar de la vulnerabilidad. Las autoridades también están elaborando políticas nacionales en materia de discapacidad e igualdad de género.
En el norte de Nigeria, más del 23% de los hogares en las zonas bajo el control de Boko Haram están encabezados por mujeres. El reto es permitir que estas mujeres, así como las personas más vulnerables, participen en la toma de decisiones frente a la crisis. El principio de "no dejar a nadie atrás" también fomenta la confianza entre el ejército, la policía y las comunidades.
En Botswana y Bangladesh, la Plataforma de ciudadanos para los ODS ha contribuido a transmitir en las localidades el principio de "no dejar a nadie atrás" a través del diálogo fundamentado en pruebas y movilización social.
El aumento de la desigualdad no es un fenómeno natural o inevitable. En otras palabras, está en nuestras manos actuar e invertir la tendencia. La desigualdad va en aumento dentro de los países y entre ellos como resultado de políticas, leyes, instituciones, normas y prácticas socioculturales, deficiencias en el ámbito de la gobernanza y una distribución desigual de la riqueza y el poder.
La desigualdad arrastra a las sociedades a los extremos haciendo difícil la búsqueda de intereses comunes, lo que compromete seriamente la paz, la seguridad y los contratos sociales de las naciones. Es entonces cuando constituye una amenaza para nuestra existencia.
Cuatro maneras de abordar la desigualdad
En primer lugar, no podremos revertir la curva de la desigualdad si no invertimos deliberadamente una parte importante de nuestros recursos y presupuestos nacionales en las personas marginadas, incluidas las mujeres, los jóvenes, los grupos indígenas, las personas con discapacidad y de la tercera edad, y tratarlas como beneficiarios a la vez que agentes de cambio en sus comunidades.
En segundo lugar, la mayoría de los expertos de diferentes campos y organizaciones reconoce la centralidad, e incluso la prioridad, del ODS 10 en la Agenda 2030. Solo las soluciones integradas ejercerán una fuerza gravitacional sobre la desigualdad. Invertir en soluciones basadas en la naturaleza tiene un profundo impacto en varios ODS, incluidos aquellos relativos a la alimentación, la salud, el clima, la energía y la biodiversidad, en especial para las mujeres y los jóvenes. Necesitamos identificar e invertir en estas soluciones.
En tercer lugar, las ciudades, que son el foco de las mayores desigualdades y fuente de oportunidades y disparidades económicas, juegan un papel crucial. Las políticas óptimas para hacer frente a la desigualdad deben poder aplicarse a nivel subnacional y local.
En cuarto y último lugar, la estructura de nuestros modos de producción constituye un elemento disuasorio fundamental en nuestra lucha contra la desigualdad, ya que la proporción de mano de obra disminuye progresivamente en relación con la del capital. La cuarta revolución industrial y el surgimiento de la inteligencia artificial podrían aumentar aún más la desigualdad. La gobernanza mundial es necesaria para ayudar a mitigar estos riesgos potenciales.
Con el fin de mantener la dinámica existente, iniciaremos conversaciones sobre la desigualdad con los Estados Miembros de las Naciones Unidas en el próximo Foro Político de Alto Nivel, que tendrá lugar en julio. Esta cuestión volverá a ocupar un lugar destacado en la 45ª Cumbre del G7 que se celebrará en Biarritz (Francia) en agosto. El PNUD publicará el Informe sobre Desarrollo Humano sobre la desigualdad a finales de este año. Así, el 74º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas debería ser un momento histórico para reforzar nuestra determinación de cumplir rápidamente con la ambición de no dejar a nadie atrás.