La crisis de desarrollo humano desencadenada por la pandemia de la COVID-19 pone en peligro la lucha por la igualdad de género. Los efectos inmediatos de la COVID-19 sobre las desigualdades de género empiezan a dejarse ver en diversas esferas, que van desde la salud y la educación hasta los trabajos de cuidado no remunerados y la violencia de género.
Si bien la crisis de la COVID-19 ha afectado a todos, las mujeres y las niñas enfrentan riesgos específicos debido a la existencia de desigualdades, normas sociales y desequilibrios de poder fuertemente arraigados en nuestras sociedades. Comprender el impacto diferenciado de esta crisis sobre las mujeres y las niñas a través del análisis de datos desagregados es fundamental para diseñar políticas que reduzcan las vulnerabilidades y fortalezcan la autonomía de las mujeres. No se trata solo de rectificar desigualdades preexistentes sino también de construir un mundo más justo y resiliente.
La Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano, en colaboración con el Equipo de Género del PNUD, presenta hoy los nuevos Tableros de Desigualdad de Género y la crisis de COVID-19 con una perspectiva de Desarrollo Humano (en inglés). Estos tableros reflejan cómo la pandemia constituye una amenaza para el desarrollo humano de las mujeres y afecta a su preparación ante las crisis. Asimismo, los tableros ponen de manifiesto la capacidad de las mujeres para afrontar por sí mismas los efectos de la pandemia y la crisis económica asociada a ella.
El primer tablero (Figura 1) muestra los diversos ámbitos bajo amenaza, como el sanitario, que incluye la salud reproductiva, y las dimensiones económicas. Debido a la pandemia las mujeres se ven obligadas a enfrentar múltiples dificultades en estas dos áreas.
Las mujeres están en la primera línea de respuesta ante la COVID-19. En los grupos de desarrollo humano muy alto, alto y medio las mujeres comprenden más del 85% del personal de enfermería, y casi la mitad de los médicos en todos los grupos de países salvo en los de desarrollo humano bajo. Al mismo tiempo, también están sobrerrepresentadas en muchos de los sectores más afectados por las medidas de confinamiento decretadas a nivel nacional, como la hostelería, la industria textil y el comercio. Además, la participación desproporcionada de las mujeres en la economía informal hace que gocen de menores protecciones legales en materia de despidos, licencias remuneradas por enfermedad y otros derechos laborales en caso de pérdida del empleo.
La salud de las mujeres puede verse afectada también por la reasignación de los recursos de salud reproductiva. El uso de anticonceptivos ya era inferior al 55% en los países con un desarrollo humano medio y bajo. En este contexto, es probable que la crisis impacte indicadores como la mortalidad materna y los embarazos adolescentes. Si los centros de planificación familiar permanecen cerrados debido a las medidas de confinamiento, las previsiones apuntan a que en los países de ingreso bajo y medio, 47 millones de mujeres dejarán de tener acceso regular a métodos anticonceptivos modernos.
El segundo tablero de seguimiento (Figura 2) presenta indicadores de la seguridad de las mujeres en el hogar y de su capacidad para afrontar la crisis. Los confinamientos decretados en todo el mundo hacen que muchas mujeres deban permanecer en casa aisladas en un espacio supuestamente seguro. Pero a menudo esto no es así. A nivel mundial, el 30% de las mujeres han sufrido alguna vez violencia por parte de sus parejas. Prácticas dañinas como el matrimonio infantil siguen siendo comunes en países con un nivel de desarrollo humano bajo, afectando al 39% de las niñas. Para empeorar aún más las cosas, el estrés generado por la crisis de la COVID-19, combinado con las normas sociales preexistentes, está contribuyendo, de manera trágica, a un incremento de la violencia de género.
Por otro lado, las mujeres dedican en promedio más de 3 horas más que los hombres a realizar labores de cuidado no remuneradas y trabajos domésticos. Es altamente probable que la cuarentena aumente la carga de trabajo por el cuidado de los niños, los enfermos y los adultos mayores, así como por las tareas domésticas.
La preparación para enfrentar los efectos de la pandemia se refleja también en las oportunidades de las mujeres para tomar sus propias decisiones sobre sus vidas y sus cuerpos. Esta autonomía de decisión es esencial. Pero las políticas adoptadas por muchos países para responder a la crisis han dejado a millones de niñas fuera de la escuela y las probabilidades de continuar con su educación a distancia dependen de si tienen acceso o no a Internet.
Otras dimensiones que pueden verse afectadas por la crisis de COVID-19 son su capacidad de decisión en los terrenos económico y político, lo que puede ampliar la brecha de género en el acceso a servicios básicos, el control de activos y la gestión de recursos. Las mujeres ya estaban poco representadas en puestos de poder económicos y políticos. El confinamiento no solo pone en peligro los avances logrados a nivel doméstico, sino que frena la participación de las mujeres en la toma de decisiones y eleva el riesgo de pérdida de empleos.
Una respuesta sólida ante la COVID-19 debería integrar el análisis de género y la obtención de datos desagregados por sexo. Sin embargo, a pesar del enorme esfuerzo realizado para monitorear el alcance e impacto del virus, siguen existiendo importantes brechas. Es necesario contar con datos desagregados por sexo, edad, residencia (urbana/rural), raza, etnicidad, entre otras variables clave. Las respuestas de políticas pública que ofrezcan a las mujeres y niñas las mejores opciones de enfrentarse y recuperarse de futuras crisis, deberán apoyarse en sólidos pilares basados en datos.