La tragedia humana que está teniendo lugar en el país ha puesto de relieve la necesidad de abordar de manera efectiva las crisis superpuestas a las que nos enfrentamos
Lo que Ucrania nos está enseñando sobre actuar unidos
27 de Abril de 2022
Aludiendo la película Llama un extraño (1979), de Fred Walton, “la llamada viene de dentro”.
La COVID-19 nos ha demostrado que no hay ni una crisis que ocurra de manera aislada. Así como el costo de las epidemias no se limita a la pérdida de vidas, las guerras no se pagan solo con sangre. Hemos visto cómo la pandemia ha alimentado el caos social y económico, y ha castigado a las personas más vulnerables.
En Ucrania, un país estable y productivo a pesar de los desafíos, que había disfrutado de casi dos décadas de bienestar y progreso, ahora se enfrenta a que 9 de cada 10 de sus ciudadanos puedan caer en la pobreza o estén en el umbral de la pobreza.
Y todo esto ha ocurrido en poco más de ocho semanas.
Este no es solo un problema de Ucrania. Las consecuencias geopolíticas y económicas más amplias plantean riesgos graves para la paz y el desarrollo mundiales.
Se han puesto en marcha importantes cambios políticas que tienen implicaciones potencialmente significativas en la ayuda y el financiamiento internacional para el desarrollo.
Los países están incrementando su gasto militar a medida que se desarrolla otra crisis de refugiados.
Alemania, Suecia, Dinamarca y Polonia han anunciado un aumento del gasto en defensa al 2 % del PIB o más. Dinamarca y Suecia también han reducido los presupuestos de ayuda para 2022 para cubrir los costos de recibir refugiados ucranianos.
En materias primas y energía, el efecto dominó de la crisis de Ucrania se está extendiendo mucho más allá de la zona de conflicto. Los precios altos de la gasolina también pondrán a los países en desarrollo importadores de petróleo en riesgo de sufrir dificultades económicas y recesión, así como también podrían alimentar la inestabilidad y los disturbios.
Estimamos que alrededor de 1.700 millones de personas en 107 países están gravemente expuestas al aumento de los precios de los alimentos o los combustibles (en inglés) y los gobiernos tienen dificultades para pagar sus deudas.
Tampoco debemos olvidar que Rusia y Ucrania alimentan al mundo. Juntos, representan el 30 % de las exportaciones mundiales de trigo y cebada y aproximadamente la mitad de su aceite de girasol, por lo que el conflicto también amenaza con una crisis alimentaria internacional.
Como piezas de dominó puestas en fila, esto va a perjudicar a los países, especialmente a los más vulnerables, como el Yemen, Afganistán, Somalia, Sudán del Sur y Myanmar, a medida que se reparte aún más el pastel de la financiación del desarrollo.
Hace un año, el Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre Financiamiento para el Desarrollo (en inglés) advirtió sobre el riesgo de un mundo con divergencias, donde los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres, lo que podría conducir a una década perdida para el desarrollo sostenible. Ahora, a medio camino de lograr la Agenda 2030, estas divergencias son cada vez más alarmante.
Las Naciones Unidas discutirán sobre "la gran brecha financiera" en el 7º Foro de Financiamiento para el Desarrollo del 25 al 28 de abril en función de los hallazgos del Informe de Financiamiento para el Desarrollo Sostenible de 2022 (en inglés).
La “gran brecha financiera” es palpable porque los países ricos han podido pedir dinero prestado a bajo precio para sobrellevar la pandemia. Sin embargo, a pesar del apoyo internacional, los países pobres no han tenido ese lujo. Una conclusión clave del informe es que, a menos que la comunidad internacional cambie de rumbo, esta divergencia persistirá y podría intensificarse.
¿Cómo nos adaptamos a una nueva realidad y abordamos estos nuevos desafíos en un mundo cada vez más complejo e interconectado que se está calentando por la emergencia climática cada año?
La respuesta es vieja pero vigente: multilateralismo. Es el principio sobre el que se fundaron las Naciones Unidas al final de la última guerra mundial.
Los desafíos que enfrentamos ahora son diferentes a los de 1945, pero el concepto sigue siendo el mismo.
Trabajar unidos funciona.
Hemos visto que los países por sí solos no pueden lograr respuestas efectivas a estos desafíos modernos. El sentido común apela a que el multilateralismo y la cooperación para el desarrollo son nuestra única opción.
Pero, ¿cómo lo hacemos?
El PNUD está comprometido plenamente con nuestra política de "quedarse y cumplir" en países que con demasiada frecuencia se pasan por alto cuando se dan titulares.
Los países frágiles y vulnerables necesitan nuestra ayuda, pero esa ayuda debe diseñarse de manera específica para que puedan ayudarse a sí mismos. La cooperación al desarrollo, la solidaridad y el multilateralismo deben centrarse en el resultado de poner a los países a cargo de sus propios destinos.
Nuestros corazones están rotos por la tragedia que está teniendo lugar en Ucrania. Estamos apoyando al país y lo seguiremos haciendo en el futuro; no nos vamos a ninguna parte.
También entendemos que Ucrania, como todos los demás países con los que trabajamos, sabe lo que es mejor para el país. La sociedad ucraniana está pilotando este avión y nuestra asistencia sirve para apoyarlos y colaborar con ellos para cumplir con las metas y aspiraciones de su elección.
De alguna manera, puede ser bastante simple. Si lo miramos desde una perspectiva fresca, la conclusión es ineludible.
Nosotros, ocho mil millones de personas, vivimos juntos en un solo planeta del que no podemos escapar y que necesita desesperadamente que cambiemos de dirección.
Debemos empezar a actuar como uno solo, trabajando como uno solo para diseñar políticas y asignar prioridades financieras que reflejen esta realidad.
Nuestro camino a seguir debe basarse en objetivos compartidos y una visión común para nuestra gente, para cada uno de nosotros, sin importar dónde vivamos. Como diría el físico Carl Sagan, debemos proteger el Pale Blue Dot (punto azul pálido), el único hogar que tenemos.