Soluciones comunitarias de inclusión financiera y recuperación socioeconómica
La carga que sobrellevan las mujeres de los sectores populares se vio agravada en el interior de los hogares durante la pandemia. Sobre ellas, recayó más fuertemente el trabajo doméstico y de cuidados, el apoyo escolar (cuando las escuelas estuvieron cerradas) y las labores comunitarias, como las realizadas en los comedores populares. La situación fue crítica. Una de las entrevistadas comentó: “Había muchos chicos en el barrio. [El comedor] empezó con 10 chicos, después 20, 80 y, ahora en la pandemia, son 410 porciones que tenemos que entregar, porque ya no se entrega solo para los chicos, sino para toda la familia”. Bajo ese marco, las mujeres asumieron —una vez más— un rol fundamental a la hora de tejer redes que sostuvieran a quienes se encontraron más afectados por la crisis sociosanitaria.
La pandemia también profundizó las problemáticas estructurales preexistentes que las mujeres de los sectores populares afrontan día a día y que les impiden alcanzar su autonomía económica: las condiciones informales y precarias de inserción laboral, los esquemas que reproducen el endeudamiento y la falta de acceso al sistema financiero formal, entre otras. A su vez, muchas de ellas se vieron ante la necesidad de reinventarse y comenzar nuevas actividades económicas en el espacio digital, como así también adquirir nuevos conocimientos, habilidades y hábitos, principalmente asociados a la virtualidad. Ante este nuevo desafío, ellas también lo afrontaron de manera solidaria. Otra entrevistada manifestó: “Les digo a las chicas que apenas cobren el programa [de seguridad social] lo inviertan, lo hagan para revender algo, se la rebusquen con el celu para poder trabajar desde casa, estar con sus hijos y poder manejarse de otra manera. Hoy en día, por suerte, existen las redes sociales en la que uno arregla todo, arregla un punto de encuentro, o sea, todo es diferente”.
En este contexto —donde el sistema financiero tradicional parecía estar alejado de las poblaciones en situación de mayor vulnerabilidad y sus necesidades— la inclusión financiera se volvió un tema central de la recuperación socioeconómica. De ahí que el Co_Lab y el Área de Género del PNUD en Argentina llevaran adelante un mapeo de soluciones para identificar qué hacen las mujeres del conurbano bonaerense para lidiar, afrontar o mitigar los impactos negativos de la crisis en materia financiera y socioeconómica. Para ello, se implementó una estrategia cualitativa donde se entrevistaron a 60 mujeres y se organizaron 6 grupos focales para que ellas discutieran —en carácter de especialistas— las soluciones mapeadas más recurrentes. Nadie conoce mejor sus problemas que ellas mismas.
La salida a campo nos permitió identificar que las soluciones territoriales desplegadas comparten los siguientes patrones:
- Subsistencia: procuran garantizar la reproducción de la vida material de los hogares y están insertas en dinámicas de subsistencia y de muy corto plazo. “Lo único que se proyecta es el día a día”. Aunque los proyectos a más largo plazo también están presentes en los testimonios, las estrategias identificadas evidencian un sentido de urgencia. Lo cierto es que la pandemia agravó las problemáticas estructurales preexistentes, interrumpiendo los ingresos en muchos hogares. Las mujeres tuvieron que reinventarse y arreglárselas para salir adelante. De ahí que, en los territorios, se vea una reapropiación de ciertas políticas públicas a modo de financiamiento. El caso más claro fue la utilización del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) como un capital inicial para iniciar pequeños emprendimientos y, así, poder subsistir.
- Cuidados y tiempo: son elementos imprescindibles para comprender su preferencia a la hora de implementar ciertas estrategias en detrimento de otras. Por ejemplo, en la medida de lo posible, ellas suelen optar por aquellas actividades económicas o modalidades laborales que les permiten ganar mayor flexibilidad o presencia en el hogar. Un ejemplo de ello se evidencia cuando se inclinan a seguir participando en espacios comunitarios de compra y venta digital, donde tienen mayor autonomía en el uso de su tiempo, frente a otros trabajos que les demanden irse de la casa o el cumplimiento de horarios rígidos.
- Escala colaborativa y comunitaria: los vínculos (familiares, de vecindad, laborales, etc.) y las redes (barriales, sociales, feministas, etc.) constituyen una diferencia sustantiva en la forma de salir adelante. Por ejemplo, esta escala se materializa en los círculos de ahorro entre personas conocidas (familiares, amistades, compañeros de trabajo o vecinos), llamados pasanakus, que se organizan para entregar periódicamente una suma de dinero establecida a través del tiempo. A sus participantes les interesa generar un ahorro o inversión que les permita acceder a montos de dinero mayores a los acostumbrados en sus economías domésticas, sin tener que recurrir a instituciones financieras, prestamistas, etc. Su funcionamiento consiste en que cada ronda entregue el monto total aportado a una de las integrantes hasta completar el círculo.
- Escala cercana: además de la dimensión relacional, la cercanía se despliega a nivel físico (las personas que viven en los alrededores) e identitario (las personas percibidas como de un mismo grupo). Por ejemplo, las mujeres se volcaron a participar en espacios de compra y venta digital, pero mantienen una lógica local y comunitaria (como las ferias de la economía popular) donde las transacciones se dan entre personas de la zona.
- Celular como herramienta de trabajo presente en la economía popular: constituye el dispositivo por excelencia en los sectores populares, ya que habilita una serie de prácticas comunicativas, sociales, económicas y financieras que posibilitan y facilitan gran parte de las soluciones desarrolladas en los territorios. Se destaca la utilización de las redes sociales digitales (principalmente, WhatsApp), y la aceleración del proceso de adopción de las billeteras digitales.
Tanto las estrategias desarrolladas como los patrones encontrados representan insumos para pensar nuevas líneas de acción que reanuden o incorporen lo que a las mujeres encuentran útil, valoran o necesitan. Entre las lecciones aprendidas, aparece la necesidad de promover intervenciones donde los entramados de sociabilidad y la organización social sean considerados como elementos centrales en las intervenciones destinadas a mujeres de sectores populares