Prevención y preparación, las claves para una activa temporada de huracanes 2024
2 de Julio de 2024
Como todos los años, en junio se anuncia el inicio de la temporada de huracanes en la región del Caribe, el cual se extiende hasta el mes de noviembre. Los científicos coinciden en que las elevadas temperaturas están provocando eventos con niveles de precipitación más potentes y en periodos de intensificación más rápidos. Por su parte, las condiciones de vulnerabilidad multidimensional y de exposición de los países del Caribe (especialmente los pequeños Estados insulares en desarrollo), México y Centroamérica, derivan en una alta propensión a estas crisis.
En ese sentido, el inicio de la temporada de huracanes es un buen momento (aunque debe realizarse incluso desde antes) para revisar cuán expuestas están nuestras viviendas, infraestructuras, servicios, actividades productivas y centros de trabajo. Revisemos también la vulnerabilidad de la población – y de manera diferenciada de los adultos mayores, de los niños y las niñas, de las familias monoparentales, de las personas con discapacidad. Y, si es necesario, reforcemos estas estructuras para reducir el impacto y preparémonos – a nivel de familia, comunidad y país – para reaccionar y responder de la manera más efectiva.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) nos anuncia que éste 2024 va a ser un año especialmente activo. La temperatura de los océanos que ya se encontraba elevada por consecuencia de la variación y cambio climático, se ha incrementado aún más por el Fenómeno de El Niño 2023-24. De un periodo de sequía intenso, se prevé que pasemos a una temporada de huracanes más fuerte de lo normal. Para esta temporada, se prevé la ocurrencia de 20-25 tormentas, de las cuales entre 8-12 podrían convertirse en huracanes.
Sin embargo, para la región del Caribe, México y Centroamérica esta situación no es nueva. En los últimos años es innegable que se han fortalecido capacidades institucionales y comunitarias, principalmente para responder ante estos eventos. Sin embargo, la vulnerabilidad de la población y la exposición de nuestras comunidades sigue siendo muy alta. Recordemos el impacto de los huracanes en Dominica y Bahamas, que afectaron el PIB nacional en un 192% y 25% respectivamente. Igualmente, las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal, que afectaron El Salvador, Honduras y Guatemala. Y más recientemente el huracán Otis en el Estado de Guerrero, en México.
En preparación para esta temporada, el PNUD monitorea la situación a través de la Oficina Regional y de sus Oficinas País, difundirá los protocolos de actuación recientemente actualizados, y fortalecerá las capacidades de acción anticipatoria de la mano de sus socios de gobierno.
La diversidad de las experiencias de las iniciativas de apoyo a la recuperación – e.g. evaluaciones de daños y pérdidas, planificación integral hacia una recuperación resiliente, reactivación de los medios de vida, reconstrucción de vivienda – nos brindan un buen abanico de opciones de asistencia a las comunidades que puedan verse afectadas. En Dominica, el PNUD apoyó la reconstrucción en condiciones seguras de 480 viviendas. En República Dominicana se reactivaron las actividades agrícolas y comerciales a pequeña escala, en Sabana de la Mar. En Bahamas, se usaron herramientas digitales para la evaluación de daños, construcción de vivienda segura, y reactivación de medios de vida. Y actualmente, en México, en alianza con el sector privado, se está apoyando la recuperación de los sistemas de agua y saneamiento, y del servicio educativo.
La construcción de resiliencia requiere de instituciones y organizaciones fuertes, con visión de gestión del territorio de mediano y largo plazo, y preparadas para actuar con rapidez y eficiencia en casos de desastres. Prioricemos las acciones preventivas para reducir nuestras vulnerabilidades y riesgos, pero en ese proceso, fortalezcamos también nuestras capacidades para una respuesta rápida y una recuperación transformadora de la situación de riesgo.
Realicemos ese mismo ejercicio a nivel individual y de familia. Revisemos cómo está nuestra vivienda, cuán seguro se encuentra nuestro centro de trabajo, la escuela o universidad de los hijos e hijas, y cuán accesibles – o inaccesibles – se encuentran ante temporales de viento y lluvia. Armemos, revisemos y actualicemos nuestro plan familiar, y colaboremos en el diseño de planes comunitarios. Les invitamos también a reforzar anticipadamente las estructuras, limpiar alcantarillas, y a proteger los servicios vitales. Mantengámonos informados y tomemos las medidas de precaución necesarias.