En Haití, un grupo de teatro callejero ofrece un paréntesis artístico a los niños desplazados por la violencia
Gritar por la paz
9 de Agosto de 2024
Para Juliana St. Vil y sus amigos, gritar es una forma de terapia. Estos estudiantes matriculados en una escuela de teatro de Haití han elegido esta forma de arte como vía de escape.
Todas las tardes, los niños, ansiosos por empezar, entran descalzos en la sala de ensayos para representar una escena ante el público al final del taller de dos semanas. La obra narra la vida en un refugio en Haití.
"Necesitan salir del entorno del campamento para estar juntos y divertirse"Eliézer Guerisme, director del programa del Théâtre National d'Haïti
En Haití, más de un millón de personas luchan por reconstruir sus vidas en un país cuyo futuro sigue siendo incierto. La amenaza de la violencia de las bandas, que estalló tras el asesinato del Presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, continúa.
Casi 5 millones de haitianos -prácticamente la mitad de la población- hacen frente a una hambruna aguda, más de 578.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y los suministros básicos escasean, ya que el principal puerto marítimo y el aeropuerto internacional llevan meses cerrados.
Los niños son los más afectados por la crisis en la que está sumido el país. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en julio había más de 300.000 niños desplazados internos, un aumento del 60 % desde marzo.
Juliana ha pasado la mayor parte de sus 12 años en Carrefour-Feuilles, al sur de Puerto Príncipe. Este barrio había sido reconstruido tras el devastador terremoto de 2010 y albergaba a familias de la clase trabajadora y a quienes habían abandonado el campo.
Un día de agosto de 2023, tras un ataque, Juliana, su hermana menor, su madre y su compañero huyeron del barrio, llevando consigo únicamente sus certificados de nacimiento, sus credenciales electorales y unas pocas pertenencias personales.
La familia se instaló en una escuela convertida en refugio. Actualmente, duermen en el suelo de cemento de un aula abarrotada.
"Cuando vivíamos en nuestra casa, éramos libres, llevábamos una buena vida", recuerda Baby Gustave, la madre de Juliana. Aquí, en el refugio, ni siquiera podemos dormir por las picaduras de los insectos"Baby Gustave, Madre de Juliana
Ya al comienzo de su adolescencia, Juliana ha vivido mucho. La violencia de las bandas le arrebató a su padre, asesinado a tiros cuando regresaba a su casa después de una jornada de trabajo en una fábrica. Echa de menos su antigua casa y la escuela, sobre todo las clases de matemáticas.
Va en moto a sus clases de teatro y al llegar disfruta de una comida gratuita.
Juliana es una de las principales intérpretes de la obra. En una escena interpreta a una madre que pide permiso para vivir en un refugio con su hijo, interpretado por un niño que, aunque finge llorar, a menudo acaba estallando en carcajadas. En otra escena, interpreta a una mediadora, que encuentra una solución para los niños que discuten porque quieren jugar a juegos diferentes en un campamento abarrotado.
Finalmente, en la última escena, revela su nombre y su verdadero sueño: ser policía.
Organizado por la compañía de teatro callejero Brigade d'intervention théâtrale (Brigada de Intervención Teatral o BIT-Haití), el taller cuenta con el apoyo del PNUD y del Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz, y es ejecutado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a través de una organización cultural local llamada Tamise.
Desde abril, 41 asociaciones culturales y artistas de varios departamentos del país han realizado actividades de sensibilización sobre la paz y el respeto de los derechos humanos, en colaboración con el Ministerio de Cultura y Comunicación de Haití. Al mismo tiempo, la iniciativa está ayudando a poner en marcha una campaña nacional de comunicación destinada a reducir la violencia comunitaria.
"Aquí los niños pueden respirar"Eliézer Guerisme, director del programa
El arte escénico da a los jóvenes la oportunidad de canalizar y liberar emociones relacionadas con la violencia.
"El primer día, los niños se mostraron tímidos. No hablaban en voz muy alta y no querían decir lo que sentían", explica Stéphanie François, asistente del taller. "Pero ya el segundo día habían venido a divertirse, a hablar, a actuar y a vivir. Querían escapar de su realidad de desplazamiento".
En un país donde el 54 % de la población tiene menos de 25 años, la juventud de Haití representa un verdadero activo y la esperanza de toda una nación. Al invertir en sus jóvenes y cuidarlos, Haití dará un paso monumental hacia la recuperación y la resiliencia a largo plazo.
Fotos: BIT-Haití / Carlin Trézil