Jueces de Paz y Juezas de Paz: Forjadores de Justicia y Protección ante la violencia en las Regiones
6 de Diciembre de 2024
Por Karla Tarazona
En las zonas rurales del Perú, lejos de los tribunales de la urbe limeña, la justicia tiene un rostro humano: el de las juezas y los jueces de paz. Ellos y ellas desempeñan un papel crucial en las comunidades rurales, donde el acceso a la justicia suele ser un desafío constante para las mujeres y familiares que sufren violencia. Allí, no solo se encargan de resolver disputas, sino que también son promotores de la convivencia pacífica y respetuosa en un país profundamente diverso y marcado por disparidades económicas, sociales y culturales. En estas regiones, la justicia va más allá de una sanción; se trata de prevenir, acompañar y, sobre todo, escuchar.
El Desafío de Erradicar la Violencia: "Un Trabajo Continuo"
Ernesto Sánchez Colunche, juez de paz del centro poblado de Cutaxi, Cajamarca, señala el desafío constante de erradicar la violencia en las familias, un problema que sigue siendo omnipresente en su comunidad. “Los grandes desafíos que enfrentamos como jueces de paz es la violencia familiar. Desde el año pasado estamos trabajando intensamente en este aspecto. La justicia no es solo sanción, sino acompañamiento, es un trabajo continuo”, nos explica.
Sus palabras resaltan un aspecto fundamental del trabajo en las zonas rurales: la justicia no termina en la sentencia, sino que se extiende en un proceso de acompañamiento constante. Los y las juezas de paz mantienen un vínculo social cercano con las víctimas, brindándoles apoyo para que se sientan respaldadas durante el proceso. Además, el seguimiento a las medidas de protección y sanciones es crucial para garantizar que el agresor cumpla con lo establecido, protegiendo así la seguridad de las víctimas. En muchos casos, el agresor no es solo un desconocido, sino alguien que pertenece a la misma comunidad, lo que hace que la solución de los casos de violencia sea aún más compleja. Aquí, la cercanía de los jueces y juezas de paz, su disposición a escuchar y ofrecer soluciones integrales marca una diferencia sustancial.
Sobre este último punto recae la importancia de la cercanía de los jueces y juezas de paz con sus comunidades, lo cual les permite comprender mejor las dinámicas sociales y culturales, con una perspectiva única sobre cómo atender los casos de violencia de manera efectiva y humana. "El desafío de ser juez de paz no está solo en resolver casos, sino en entender las historias de vida de las personas. La empatía es nuestra mayor herramienta", asegura el juez Ernesto Sánchez de Cajamarca.
“Las Víctimas Necesitan Ser Escuchadas”
Por otro lado, Magaly Yarasca Castillo, jueza de paz de la comunidad campesina de Chicla, en Lima Este, pone énfasis en un principio fundamental de su labor: escuchar a las víctimas de violencia. “Una de las grandes dificultades que enfrentamos es que las víctimas no siempre quieren denunciar. A veces, el agresor es alguien cercano, y es difícil para la víctima tomar la decisión de hablar", comenta. Para ella, escuchar no es solo un acto técnico, sino un paso hacia la reconstrucción de la confianza en la justicia: “Nosotros tenemos que acercarnos, comprender sus miedos y ayudarlas a dar el primer paso. Porque sin escuchar, no hay justicia posible”
En las comunidades rurales, la relación entre víctima y agresor está marcada por una profunda red de relaciones sociales. La víctima no siempre ve al agresor como alguien ajeno, lo que genera un temor adicional a la denuncia. Esto convierte el rol de las juezas de paz en algo más complejo, ya que se deben enfrentar a barreras culturales, emocionales y sociales para lograr que la víctima busque justicia. La intervención de las juezas no solo implica la solución del problema, sino también la restauración de la confianza en el sistema de justicia, un desafío aún mayor en contextos donde el miedo y la desconfianza han sido prevalentes durante años.
La Empatía Como Pilar de la Justicia
La empatía, según la jueza de paz Danisa Roxana García Rivas, es otro de los principios clave en su trabajo. Ella, desde su rol en el distrito de Sauza, Junín, destaca que un factor crucial para resolver los casos es la capacidad de ponerse en el lugar del otro: “En nuestra región, lo más importante es ser empáticos, escuchar sin juzgar y tratar de comprender las realidades de cada persona. Las víctimas de violencia, por ejemplo, tienen miedo, no siempre se sienten seguras. Por eso, nuestro trabajo es acompañarlas en cada paso”.
Este enfoque refleja una dimensión fundamental de la justicia en las zonas rurales: no se trata de una justicia fría y lejana, sino de una justicia que entiende las dinámicas personales y sociales de las personas. La capacidad de las juezas y los jueces de paz para crear un espacio seguro para las víctimas, donde se les escuche y se les valore como seres humanos, se convierte en una herramienta poderosa para la transformación social.
Desafíos y Oportunidades: La Justicia como Herramienta Preventiva
El juez de paz Jesús Guillermo Caso Álvarez, del distrito de Huachocolpa, Huancavelica, también aborda los retos y las oportunidades que la justicia tiene en su región. “Uno de los desafíos más grandes en nuestra región es la desconfianza en temas de justicia. Sin embargo, los jueces de paz tenemos la oportunidad de cambiar esa percepción, para que la justicia no sea vista como un castigo, sino como un camino hacia la resolución de problemas y la armonía comunitaria”, afirma.
Este pensamiento refleja una de las características más destacadas de la justicia rural: su enfoque preventivo. Los jueces de paz no solo resuelven conflictos ya existentes, sino que también trabajan activamente para evitar que nuevos problemas surjan. En las comunidades rurales, la justicia no es solo una cuestión de castigar a quienes cometen faltas, sino de fomentar un ambiente de colaboración, paz y entendimiento mutuo.
La Importancia de Proyectos como Sumaq Justicia
Los jueces y juezas de paz también han reconocido el impacto positivo de proyectos como Sumaq Justicia, impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo junto al Poder Judicial y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (Koica), el cual busca mejorar el acceso a la justicia de las mujeres y familiares que sufren violencia en las regiones del Perú con una importante población rural. Jesús Guillermo Caso Álvarez enfatiza que esfuerzos como éste son esenciales para reducir la brecha entre la justicia urbana y rural. “El proyecto Sumaq Justicia es una excelente oportunidad para empoderar a los jueces de paz, para mejorar nuestra capacitación y para garantizar que las personas en las zonas rurales no se queden atrás en términos de acceso a la justicia”, señala.
Además, la reciente entrega de laptops, tabletas e impresoras durante el II Encuentro de Intercambio de Buenas Prácticas marca un paso significativo hacia el fortalecimiento de la infraestructura tecnológica de la justicia de paz. Con el Sistema Informático de Gestión para la Justicia de Paz (SISJUPAZ), los jueces podrán registrar digitalmente los casos, facilitando una mejor gestión y coordinación, y garantizando un seguimiento riguroso que beneficie especialmente a las víctimas de violencia.
Justicia que Transforma Comunidades
En las zonas rurales del Perú, la justicia no es solo una cuestión legal, sino un proceso humano que implica sanar, prevenir y educar. Los jueces y juezas de paz son figuras de confianza, guías y, sobre todo, impulsores de cambio social. En sus manos, el concepto de justicia adquiere un sentido profundo, que no solo se mide en sentencias, sino en la capacidad de transformar vidas y promover una paz duradera.
Desde el proyecto Sumaq Justicia, impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), junto al Poder Judicial y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (Koica), valoramos las acciones cotidianas y, a la vez, excepcionales que realizan los jueces y las juezas de paz para atender el problema de la violencia. Es imposible pensar en hacer justicia sin tomarse el tiempo de comprender “la raíz del problema” y “dar una buena solución”, como señalan los jueces y las juezas de paz, quienes, además, llevan a cabo su labor de forma gratuita por sus comunidades. Es fundamental que estas prácticas y saberes sean reconocidos y valorados por la justicia estatal, y al mismo tiempo que estos se fortalezcan con nuevos conocimientos que les ayuden a identificar y atender de manera efectiva las necesidades y demandas de las mujeres víctimas de violencia.