Los desafíos del desarrollo humano en un mundo polarizado

22 de Agosto de 2024
Dos personas en un parque de skate son capturadas en un momento de trabajo en equipo. Una persona, que está de pie en el borde, extiende su mano para ayudar a la otra, que está subiendo desde una posición más baja en el bowl de skate. El fondo presenta grafitis coloridos, incluyendo varios símbolos y diseños abstractos. La persona que ofrece ayuda viste ropa negra, mientras que la otra persona, que lleva una chaqueta oscura y una gorra con estampado floral, sonríe mientras recibe la asistencia
PNUD/Fernando Silva

Por Alfonso Fernández de Castro* | Artículo publicado en el diario El Observador

El Informe global sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es, desde su lanzamiento 1990, uno de los mayores aportes al análisis del bienestar humano y de las oportunidades y capacidades que tienen las personas de elegir sobre sus opciones de vida

El reporte 2023-2024, lanzado el 13 de marzo de este año, propone un debate sobre los cambios y consecuencias que tiene este escenario global para el desarrollo humano en un mundo marcado por las crisis bélicas y la recuperación de la pandemia. También pone sobre la mesa posibles soluciones.  

Según el documento, "Salir del estancamiento: reimaginar la cooperación", la desigualdad aumentó tras 20 años de convergencia y la brecha entre los países más ricos y los más pobres comenzó a ampliarse desde la pandemia de COVID-19 en 2020.  

Si bien el progreso general del desarrollo había empezado a repuntar en 2022, y se proyectaba que alcance máximos históricos en 2023, ese progreso fue "profundamente desigual". Mientras los países ricos experimentan niveles récord de desarrollo humano, una gran parte de los países más pobres del mundo permanece por debajo de su nivel de progreso prepandemia.  

Además, esa recuperación es “incompleta y lenta" ya que se prevé que más de una cuarta parte de los países del planeta tendrá un valor de su Índice de Desarrollo Humano (IDH) inferior a su nivel anterior a 2019.  

En este escenario, Uruguay ocupa la posición 52 entre 193 países de acuerdo a su IDH, su valor máximo desde que el PNUD hace esta medición, en 1990, manteniéndose dentro de los países de “desarrollo humano muy alto”.  

El reporte destaca que vivimos en un mundo hiper e interconectado donde los retos son compartidos. La pandemia y su recuperación, los efectos del cambio climático o la escalada de conflictos violentos, el coste humano de gestionar mal las interdependencias es alto.  

Si embargo, nos encontramos frente a un "estancamiento mundial” donde urge capitalizar mejor esta conexión global mediante agendas colaborativas entre los países, enfocadas en objetivos comunes que promuevan soluciones eficaces y sostenibles ante amenazas que hoy superan, en muchos casos, las capacidades de respuesta de las instituciones.  

Para romper ese estancamiento y ampliar la acción colectiva, el informe recomienda tres áreas en las que se debe trabajar. En primer lugar, insta a implementar políticas públicas para “reducir las brechas de agencia”, es decir, la capacidad de actuación de las personas para determinar su propio futuro, que en el desarrollo ha sido un “tanto descuidado y merece una mayor atención por parte de la comunidad del desarrollo”. 

En segundo lugar, sugiere reducir la polarización política, el populismo y la desconfianza en las instituciones me
diante nuevos enfoques de gobernanza centrados en potenciar la voz de la ciudadanía en las deliberaciones y la disminución de la desinformación. 

El informe sostiene que el avance de la acción colectiva internacional se ve obstaculizado por una "paradoja de la democracia". A nivel mundial - y en América Latina y el Caribe- nueve de cada 10 personas valoran la democracia.  
Sin embargo, existe una creciente insatisfacción con este sistema de gobierno. Según Latinobarómetro, la confianza en las instituciones ha disminuido significativamente hasta cerca del 20%. Es decir, sólo 1 de cada 5 personas expresó confianza en su gobierno. 

Además, la mitad de las personas encuestadas en todo el mundo para el informe afirman no tener ningún control significativo sobre sus vidas, y más de dos tercios creen que tienen poca influencia en las decisiones de su gobierno. 

Los efectos desestabilizadores de los choques globales junto con la percepción de la incapacidad de las instituciones para proteger a las personas han aumentado —según el informe— el populismo, la polarización y la proliferación de movimientos contrarios a la política de cooperación global. 

Pese a este panorama, Uruguay se destaca por la solidez y el respeto de sus instituciones, siendo el país más democrático de la región, según el Índice de Democracia que publica The Economist.  

No obstante, al igual que otros cinco países de la región con elecciones presidenciales este año, deberá hacer frente a desafíos crecientes a nivel mundial como las campañas de desinformación o los discursos de odio.  

En tercer lugar, invita a “construir una arquitectura del siglo XXI para los bienes públicos globales” para complementar las dos vías existentes de cooperación internacional basadas en la ayuda humanitaria y la ayuda al desarrollo de los países de bajos ingresos. Esto incluye promover la estabilidad climática —subrayando la transición a energía más limpias— y nuevos instrumentos financieros para el desarrollo sostenible

Uruguay es líder en varias de las dimensiones señaladas previamente y puede aportar mucho en este escenario donde el multilateralismo desempeña un papel fundamental para provisión de bienes públicos globales. 
Se destaca, entre varios ejemplos, la transición energética hacia tecnologías bajas en emisiones de carbono en sectores priorizados, asegurando el acceso universal a las energías renovables, así como en la transición verde donde la economía circular tiene un rol clave en la preservación de recursos naturales, aportando empleo e innovación.  

Además, el país ha dado un paso significativo hacia las finanzas sostenibles al ser pionero en la emisión de un bono soberano indexado a indicadores de sostenibilidad y cambio climático basados en las metas establecidas por el país en su Contribución Determinada a nivel Nacional (CND) al Acuerdo de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático.   

Esta iniciativa innovadora demuestra el compromiso del país con la sostenibilidad y el desarrollo económico bajo en carbono y ofrece un instrumento replicable con gran potencial en el escenario multilateral.

Como señaló el administrador del PNUD, Achim Steiner, “este Informe es un llamamiento a la lucha: podemos y debemos hacerlo mejor. Traza el camino a seguir e invita a una conversación sobre la reimaginación de la cooperación”.


Es imperativo que los líderes y la ciudadanía, tanto en Uruguay como en el mundo, abracen esta realidad y trabajen juntos para construir un futuro más equitativo, sostenible y humano. El tiempo para actuar es ahora, y el costo de la inacción es simplemente demasiado alto.


*Representante Residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Uruguay