Palabras de bienvenida de Magdy Martínez en el foro Derechos Humanos de las mujeres y desarrollo sostenible en Venezuela

22 de Mayo de 2024

Palabras de bienvenida es el título de la sesión de apertura. Sean por lo tanto muy bienvenidas a este foro de las Naciones Unidas.

Un espacio de libertad de pensamiento, pensamiento crítico e intercambio de ideas.

Un espacio que se declara no prescriptivo, no importador de recetas ni de políticas públicas.

Un espacio seguro para un debate necesario.

Un escenario que permite reafirmar la interrelación entre derechos de las mujeres y un desarrollo sostenible inclusivo. Mi primera afirmación será que la desigualdad de género retarda el desarrollo humano. No hay desarrollo inclusivo moderno sin feminismo, sin derechos. 

Tenemos la voluntad de contribuir a situar los derechos de las mujeres en el centro del debate político y público, en un contexto mundial y regional de retrocesos, de rearme ideológico del patriarcado. Nuestra reflexión como la vuestra no puede sustraerse a una realidad de avances significativos en las dos últimas décadas, ni a las dificultades recientes producidas por una reacción global contraria a esos avances de los derechos de las mujeres, contraria a las políticas de igualdad. 

Afortunadamente, los derechos de las mujeres, como los derechos de las generaciones futuras, son un catalizador de alianzas amplias y plurales, capaz de construir puentes y diálogos entre actores diversos.

De entrada, estamos encantadas con la pluralidad de la participación hoy aquí: lideresas de partidos políticos, tanques de pensamiento, universidades, gobierno, organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil organizada, el mundo de la empresa, comunicadoras, defensoras de los derechos humanos, muchas lideresas del movimiento feminista y de las organizaciones de afrodescendientes, parlamentarias, pensadoras, puede que aún falte alguien, pero desde luego no sobra nadie.

La aprobación en primera discusión del proyecto de Ley Orgánica para la Igualdad de las Mujeres en la Asamblea Nacional será sin duda un buen telón de fondo para vuestros debates. Los avances legales e institucionales en Venezuela en materia de igualdad de género han sido significativos. La necesidad de una nueva ley también demuestra que quedan pendientes grandes desafíos para lograr la plena igualdad y erradicar todas las formas de discriminación. 

Algunos de los avances más señeros han sido, a lo largo de los años, la incorporación al trabajo remunerado, la mejora de la salud de las mujeres, o la educación igualitaria. Las leyes han sido, en Venezuela y en la región, incluso a nivel mundial, una de las herramientas más potentes del movimiento feminista. Lo fueron en sus orígenes, con el movimiento sufragista y las primeras leyes del derecho al voto. Desde hace algún tiempo la Ley es un aliado clave de la igualdad, aunque no lo ha sido históricamente, y aún hay excepciones, del mismo modo que la jurisprudencia es un aliado clave de la desigualdad, aunque también hay excepciones. No sé si hay juristas, juezas, fiscales, abogadas entre nosotras…. Yo lo soy. Desde luego esto se verifica cada día en mi país. Tenemos un activismo legislativo igualitario, y un activismo judicial mayoritariamente retrógrado. 

Cuando mi madre se casó, no tenía derecho a abrir una cuenta corriente en un banco, ni a firmar un contrato de trabajo, ni a abrir un negocio, ni desde luego a divorciarse, sin el consentimiento de su esposo. De interrumpir un embarazo no deseado ni hablemos. Hoy esos tiempos han quedado atrás en la ley, pero sigue habiendo contragolpes en materia de declaración de los derechos. Es verdad, como dice el preámbulo de la ley venezolana, que el instrumento legal no convierte la letra en derecho – me parece que dice que la igualdad formal no se convierte en igualdad real o sustantiva. Pero ese es sin duda el camino. Declarar primero, afianzar después. Avanzar para consolidar, que se decía hace años. Y me parecen particularmente bien planteados tanto el enfoque sobre las causas y supuestos más hirientes de doble discriminación, como la transversalidad sobre sectores concretos de actividad, especialmente aquellos en los que las mujeres trabajadoras, campesinas, o simplemente pobres y vulnerables, las que corren el riesgo de quedarse atrás, más necesitan de la acción correctora del Estado. Como decía Willy Brandt, solo los ricos pueden permitirse un Estado pobre. A casi 30 años de la Plataforma de Acción de Beijing la trasversalidad de género sigue siendo una herramienta indispensable.  

Creo justo reconocer que esta casa, la ONU, ha sido una impulsora de políticas públicas de progreso. Desde la lucha contra la violencia, incluida la mutilación genital femenina, o el combate contra la discriminación, al reconocimiento del valor económico del trabajo no remunerado, el análisis del uso engendrado del tiempo, el uso no sexista del lenguaje para superar la invisibilidad, la subordinación y los estereotipos, la participación de las mujeres en la ciencia (medimos las patentes registradas y las cátedras científicas ocupadas por mujeres), su incorporación a los ámbitos de decisión en la gran empresa, y naturalmente su participación política, las cuotas, la paridad. 

En este ámbito, permítanme comentarles algunas experiencias personales y profesionales. En el gobierno del que yo formé parte como Director de Cooperación y Subsecretario de Exteriores, hace ahora tres años, hay una paridad absoluta entre mujeres ministras y hombres ministros. El Presidente es un hombre, y las tres vicepresidentas son mujeres. El Congreso es presidido por una mujer. Las mujeres ministras lo son de hacienda, defensa, educación, ciencia o vivienda y más. En la Agencia a la que represento en Venezuela, el PNUD, hay 11 subsecretarios y subsecretarias generales, 4 hombres y 7 mujeres, que representan a Asia, África, América Latina y el Caribe, el Este de Europa, Management, Relaciones Externas y Crisis. Les aseguro, aunque probablemente lo sepan por experiencia propia, que no es un tema de números, sino de conciencia y de influencia. Trabajar en un ambiente en el que la jerarquía es compartida, en el que las mujeres tienen poder, en el que las decisiones se toman con la experiencia de las mujeres, es trabajar en un ambiente mejor, en el que las decisiones son más incluyentes, y en el que los hombres aprendemos a operar mejor. Simplemente aprendemos cosas que no sabemos, que no sabíamos.

 

El PNUD en Venezuela tiene tres prioridades: la recuperación económica, la mejora de los servicios públicos y el reforzamiento de la convivencia democrática.  Interpretamos estas prioridades avanzando en un proceso interno de elaboración de nuestra primera Estrategia de Igualdad de Género del PNUD en el país. 

Pues bien, las mujeres venezolanas son un sector fundamental para garantizar una reactivación económica inclusiva, y beneficiarias directas de cualquier mejora de la economía; las mujeres venezolanas son probablemente las primeras interesadas en mejorar los servicios y la economía del cuidado, la protección social, la más justa redistribución de la riqueza, que ofrezca mayores oportunidades y movilidad social. Y las mujeres venezolanas son las protagonistas de todo proceso que profundice en una democracia paritaria, para que amplifique sus voces y aumente su poder de decisión. Decía mi paisana malagueña la pensadora, filósofa y ensayista María Zambrano, que prefería "… una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila". Pues eso: a quitarnos las servidumbres de la discriminación.    

Para eso son también muy importantes las instituciones. En la ONU es clave ONU Mujeres, como lo fueron en su día UNIFEM y la INSTRAW, o lo es la CEDAW. Las maquinarias institucionales de la igualdad, Ministerios de la Mujer, Institutos de Igualdad e Inclusión se llamen como se llamen, son instrumentos poderosos para cambiar la realidad y realizar derechos. Es importante luchar por los presupuestos de estas instituciones, su nivel jerárquico, su solemnidad pública, su capacidad de generar impacto. Al fin y al cabo, las ciudadanas y ciudadanos ejercen los derechos consagrados en las leyes, pero son las instituciones las que han de velar por su ejercicio, precisamente para pasar de la igualdad formal, jurídica, legal, a la igualdad real, sustantiva, vivida en nuestras vidas. 

Por estel mismo motivo, son esenciales las ciudadanas organizadas para la lucha feminista. No hace falta explayarse mucho sobre esto. Por eso les damos a ustedes una bienvenida muy cariñosa hoy aquí.

Magdy Martínez Solimán