Dos expertos internacionales de amplia trayectoria en la realización de investigaciones académicas, temas de género, estudios sobre paz y trabajo con víctimas de violencia, compartieron conocimientos sobre las nuevas masculinidades y su impacto en los procesos de inserción social, en un nuevo episodio del foro “Explorando Caminos” del Proyecto Pionero en Inserción social, implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La propuesta programática de los modelos experimentados por el proyecto Pionero en Inserción Social incluye 7 componentes identificados como claves para consolidar la decisión de desistir de la violencia como medio de vida. Uno de estos componentes es el de nuevas masculinidades. Algunos datos que sustentan la inclusión de este tema dentro del programa, es que, en el país las pandillas están mayoritariamente integradas por hombres.
De acuerdo con cifras oficiales, en 2021, la población penitenciaria en El Salvador alcanzó los 39,552 internos de los cuales el 94% son hombres y 6% son mujeres. De esta población, 16, 926 hombres pertenecen a las pandillas; mientras que solo 425 mujeres están activas en estos grupos y 600 están vinculadas por lazos familiares.
Según un estudio de la Organización Internacional para la Consolidación de la Paz, Interpeace, en 2013, “en muchas ocasiones, los hombres recurren a la violencia para ejercer y confirmar su poder sobre las mujeres”. Los hombres son las principales víctimas y victimarios, según los datos expuestos.
En el foro participaron Néstor Rodríguez, docente del programa de género, sexualidad y salud reproductiva en la Universidad de Uruguay y psicólogo de la Fiscalía General de ese país; y Adam Baird, investigador del Centro de Confianza, Paz y Relaciones Sociales de la Universidad de Coventry, Reino Unido, experto en masculinidades y asociado de Respuesta Rápida del PNUD para América Latina y el Caribe y de la Agencia Ejecutiva de Investigación de la Comisión Europea. Ambos compartieron conocimientos y experiencias y señalaron que las estadísticas son similares en varios países de América Latina.
A la pregunta sobre cómo se relacionan el delito, la violencia y las masculinidades, ambos expertos indicaron que, en las agendas de masculinidades, la articulación de estos tres componentes es aún poco visible y está más relacionada a otros contenidos como la teoría de roles, la corresponsabilidad y la división sexual del trabajo.
“Los estudios de masculinidades nos aportan elementos orientadores en los que se asocia a la violencia como una respuesta a la amenaza de la identidad, principalmente en ciertos contextos. Se ha asociado el ejercicio de la misma al logro del respeto y al reconocimiento en una comunidad. Es interesante, sobre todo, porque nos indica que la masculinidad es un logro precario en el sentido de que permanentemente tiene que ser puesta en juego, demostrada y también siempre cuestionada”, explicó Néstor Rodríguez.
Adam Baird destacó que es importante partir de un concepto más amplio, es decir de la construcción de identidad, en la que participen todas las personas involucradas en entornos de violencia en las comunidades. “Lo que vemos es que donde tenemos la vulnerabilidad crónica es donde se produce la violencia crónica. Los espacios de pandillas resultan atractivos y hay cierta lógica de que estos son espacios de hombría exitosos, pero lo que hay ahí es una vulnerabilidad masculina”, enfatizó el investigador.
“Este concepto de hombría exitosa es una herramienta clave para entender a quienes se integran a estos espacios y saber por qué lo hacen. Ejercer violencia es como un ejercicio de poder”, acotó Baird.
Los expertos coincidieron en la necesidad de involucrar a las mujeres en este enfoque de nuevas masculinidades y en la inclusión de este como un tema o eje en los proyectos que se desarrollen tanto a nivel de público como privado, así como también en el desarrollo de estrategias para que estos espacios no sean atractivos para hombres y mujeres jóvenes.
“Si los grupos ofrecen una ruta a la `masculinidad exitosa´ a través del ejercicio de la violencia debemos plantear alternativas para que esa ruta no sea atractiva”, dijo Bair, pero indicó que “contrarrestar esta realidad, también implica una oferta de otras oportunidades como la educación, empleos, tecnificación, y otras que den mejores resultados”.
El proyecto Pionero ha desarrollado diversos talleres para el abordaje de nuevas masculinidades con las y los participantes de esta iniciativa. Más del 80% de la población participante, indicó que estos espacios son positivos porque apuestan por las relaciones de igualdad entre hombres y mujeres, como un aspecto clave contra la violencia.
Pionero es implementado por el PNUD en alianza la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).