El aumento persistente en el costo de los alimentos en América Latina y el Caribe
“El costo de la vida, sube otra vez”
11 de Abril de 2023
A más de un año del conflicto entre Ucrania y Rusia y a más de tres años de la pandemia de COVID-19, las amplias repercusiones de estas crisis superpuestas continúan afectando a las sociedades de América Latina y el Caribe, mientras trabajan simultáneamente para abordar problemas de largo plazo como la desigualdad, la pobreza y la inseguridad alimentaria.
Este #GraphForThought utiliza datos de FAOSTAT para observar el costo de los alimentos en la región y cómo ha evolucionado en los últimos años. La figura muestra que los precios de los alimentos han estado aumentando en América Latina y el Caribe (ALC) desde antes del inicio de la pandemia y creciendo a un ritmo más rápido en comparación con otras regiones.
La inflación de los alimentos en la región comienza a dispararse en 2018 cuando la región experimentó el aumento en los precios de los insumos agrícolas y la depreciación de las monedas locales. Al inicio del conflicto entre Ucrania y Rusia en marzo de 2022, la inflación de los alimentos en la región alcanzó el 30,4%, un aumento del 11% con respecto al mes anterior y un aumento del 55% en comparación con el mismo mes de 2021.
La tasa de inflación de los alimentos en ALC aumentó al 43,9% en septiembre de 2022, lo que representa un aumento adicional del 44% en comparación con marzo de 2022. Si bien la inflación de los alimentos ha aumentado en todo el mundo, la magnitud del aumento en ALC es mucho mayor que en otras regiones. Cabe señalar que desde 2018, en algunos países de América Latina, como Argentina y Venezuela, los precios de los alimentos se han disparado debido a la alta inflación y la depreciación de la moneda local, lo que ha influido en el promedio regional.
Estos incrementos no afectan a todos los hogares de la misma manera. Las poblaciones más vulnerables, incluidos los hogares de menores ingresos, se ven afectados de manera desproporcionada por la inflación de los alimentos debido a su mayor asignación de presupuesto hacia los gastos en alimentos.
Según el Panorama Regional 2023, usando datos de los bancos centrales nacionales para países seleccionados en ALC, los grupos de quintiles de ingresos más bajos gastan entre el 22% y el 50% de su presupuesto en alimentos, mientras que los quintiles de ingresos más altos, excepto México, gastan menos del 17%. Las altas tasas de inflación reducen el poder adquisitivo de los hogares, particularmente en los quintiles de ingresos más bajos donde una parte significativa del presupuesto se destina a alimentos, lo que pone en peligro la seguridad alimentaria y la capacidad de pagar alimentos nutritivos.
Los gobiernos de América Latina y el Caribe han implementado nuevas políticas de gasto e impuestos para abordar el aumento de los precios de la energía y los alimentos, incluidos los fondos de estabilidad de precios. Sin embargo, la evidencia ha demostrado que estos subsidios energéticos tienden a beneficiar desproporcionadamente a los grupos de ingresos más altos. En algunos países, estos aumentos de precios son uno de los factores que desencadenaron protestas de diversos sectores y organizaciones políticas, obligando a los gobiernos a tomar medidas.
Con crisis superpuestas y las secuelas de la pandemia, es crucial que los países aborden las profundas vulnerabilidades en sus sistemas alimentarios para garantizar la seguridad alimentaria. Según la FAO, se proyecta que el número de personas que padecen hambre en el mundo en 2022 aumentará de 7,6 a 13 millones, con un aumento estimado de 350.000 a 640.000 individuos en la región. Durante el período de 2019 a 2021, que también vio los impactos sociales y económicos de la pandemia de COVID-19, el hambre en la región aumentó en 13,2 millones de personas.
Para abordar una posible crisis de seguridad alimentaria y hambre en ALC, los países pueden implementar una serie de respuestas políticas integradas. Los programas de apoyo agrícola, como proporcionar a los agricultores semillas, fertilizantes y herramientas, así como capacitación e infraestructura, como sistemas de riego, pueden ayudar a mejorar la producción de alimentos.
Las políticas de protección social, como los programas de alimentación escolar, los voucher de alimentos y las transferencias monetarias, pueden ayudar a la población de bajos ingresos a acceder a alimentos nutritivos. Las políticas de regulación de precios pueden garantizar que los alimentos estén disponibles y accesibles a precios asequibles.
Finalmente, los países pueden establecer estrategias a largo plazo para transformar los sistemas agrícolas y alimentarios, centrándose en abordar las altas tasas de inflación de los alimentos que pueden reducir el poder adquisitivo de los hogares y amenazar la seguridad alimentaria. Al tomar medidas para abordar la inseguridad alimentaria de manera integral, multidimensional y sostenible, los países pueden avanzar para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a alimentos nutritivos y asequibles.