Quedándonos secos: Abordando el estrés hídrico en América Latina y el Caribe

26 de Junio de 2024

Impulsada por el crecimiento de la población, la expansión agrícola y las necesidades industriales, la demanda mundial de agua se ha duplicado desde 1960. En América Latina y el Caribe (ALC), se espera que la demanda continúe creciendo, aumentando en un 43% para el 2050, casi el doble del crecimiento promedio global que se proyecta en un 20-25%. [1]

En los últimos años, diversos países de la región se han visto afectados por intensas sequías. En el 2023, México registró su año más seco, con sequías que afectaron al 55% de su territorio. Uruguay enfrentó una situación similar, lo que llevó al gobierno a declarar una emergencia hídrica debido a los bajos niveles de sus reservas de agua, afectando a más del 60% de la población. Los embalses de agua en Chile, y de ciudades como BogotáCiudad de México, están peligrosamente cerca de quedarse sin agua.

El estrés hídrico refleja la relación entre la demanda y la oferta de agua en una zona. La demanda de agua, ya sea para necesidades domésticas, agrícolas o industriales, combinada con la disponibilidad de fuentes renovables como ríos y aguas subterráneas, determinan los niveles de estrés hídrico. Cuanto más cerca está la demanda de la oferta, mayor es el estrés, lo que hace que el área sea más vulnerable a la escasez. Niveles elevados de estrés indican una mayor competencia entre los usuarios por el acceso al agua.

Este #GraphForThought utiliza datos del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) para explorar los niveles actuales y proyectados de estrés hídrico en ALC, considerando escenarios de cambio climático y el aumento de temperaturas globales. La Figura 1 muestra el porcentaje de países que enfrentan estrés hídrico, desde niveles Medio-Bajo hasta Extremadamente Alto según cuál sea la utilización del recurso. Los países con estrés extremadamente alto usan más del 80% de sus recursos hídricos para cubrir sus necesidades productivas y domésticas, con lo que incluso sequías cortas representan un riesgo significativo. Teniendo en cuenta que el cambio climático impacta la oferta de agua, se examina el estrés hídrico en diversos escenarios de aumento de temperatura, desde escenarios optimistas hasta pesimistas. Tomando como línea base el período 1979-2019, se analizan: (1) el escenario optimista, en el que el aumento de la temperatura al 2100 se alinea con el Acuerdo de París, (2) el escenario intermedio, donde continúan los esfuerzos actuales de mitigación del cambio climático, y (3) el escenario pesimista, en el que se intensifica el uso de combustibles fósiles, llevando a temperaturas aún más altas.

En un escenario "Similar al presente", sin esfuerzos intensificados de mitigación del cambio climático, casi la mitad de los países de la región enfrentarán un estrés hídrico medio a extremo para 2080. Específicamente, el 29% experimentará estrés medio a alto, mientras que el 16% enfrentará estrés alto a extremo. Mitigar el aumento de la temperatura podría evitar que la situación se deteriore más, potencialmente sosteniendo niveles similares a los de la línea base para 2080.

 

 

Las consecuencias del estrés hídrico son consistentes en todos los países; sin embargo, la gravedad varía significativamente dentro de cada uno. Las sequías tienden a empeorar las desigualdades relacionadas con el acceso al agua, como se evidenció en un #GraphForThought anterior.

El impacto del estrés hídrico va más allá de ser una problemática ambiental. Puede afectar la salud, ya que la escasez puede llevar al consumo de agua contaminada y a problemas de higiene. Impacta la nutrición, ya que los alimentos pueden volverse escasos y más caros. Impacta los medios de vida, ya que el rendimiento de la tierra disminuye. Los informes sugieren que entre 1970 y 2019, solo en América del Sur se perdieron aproximadamente US$ 28 mil millones debido a las sequías. Además, en 2023, las pérdidas de algunos cultivos alcanzaron un 30% en Argentina y un 80% en Perú. Estas sequías sin precedentes también interrumpieron el tráfico de embarcaciones a través del Canal de Panamá, afectando una porción sustancial del PIB del país y una parte significativa del comercio marítimo mundial.

El estrés hídrico también tiene un impacto en la energía. En las últimas dos décadas, más de la mitad de la energía de ALC provino de centrales hidroeléctricas, una tendencia que ha ido en aumento, como se presentó en otro #GraphForThought. Sin embargo, el estrés hídrico la está convirtiendo en una fuente de energía menos confiable. En abril, Ecuador, que depende de plantas hidroeléctricas para más de tres cuartas partes de su electricidad, declaró un estado de emergencia y comenzó a racionar electricidad debido a la insuficiencia de lluvias.

Sin embargo, la situación del agua en ALC implica más que solo estrés hídrico. Las proyecciones indican que, mientras algunos países enfrentarán niveles más bajos de precipitación, otros tendrán temporadas de lluvias más cortas junto con eventos de precipitaciones extremas, en los que la cantidad de lluvia esperada para un mes puede caer en periodos más cortos (IPCC, 2021). Actualmente, los acuíferos y los suelos no pueden absorber este exceso de agua, llevando a que una parte significativa se pierda y luego enfrenten sequías más prolongadas. Manejar esto requiere de planificación e inversiones estratégicas para gestionar eficientemente el agua durante los períodos secos y húmedos, mitigando los efectos del cambio climático y aliviando la presión sobre la oferta existente.

ALC es una región rica en recursos hídricos, pero al mismo tiempo está sedienta por soluciones para abordar un problema de estrés hídrico que va empeorando. Mejorar la gobernanza y la gestión del agua es esencial para fortalecer la resiliencia contra los choques relacionados con el clima. Ejemplos de ciudades como Singapur y Las Vegas demuestran que las sociedades pueden prosperar en condiciones de escasez de agua al tomar acciones estratégicas como el reemplazo del césped de alto consumo de agua, la implementación de la desalinización, y el mejoramiento del tratamiento y la reutilización de las aguas residuales. El compromiso político y el apoyo financiero adecuado son esenciales para que los países eviten que el estrés hídrico evolucione hacia una crisis hídrica total.

 

[1] El incremento en la demanda de agua se calcula con base al nivel de 2019.