Los pequeños Estados insulares en desarrollo han visto un gran éxito en la expansión de su industria turística, en especial durante los últimos diez años. La riqueza de su diversidad biológica y bellos ecosistemas atrajo a unos 44 millones de visitantes en 2019. En Santa Lucía y Palau, los ingresos provenientes del turismo representan respectivamente el 98% y el 88% del total de las exportaciones. En los Estados insulares del Caribe, el turismo representa el 27% del sector laboral, mientras que en las regiones del Atlántico, del Océano Índico, del Mar de China Meridional y del Pacífico, estos niveles alcanzan el 24% y el 20% respectivamente.
Constituye una fuente vital de ingresos para la subsistencia, la recuperación de los desastres, la preservación de la diversidad biológica y del patrimonio cultural. Sin embargo, la abrupta caída del turismo internacional debido a la COVID19 ha tenido graves repercusiones. Los Estados insulares enfrentan un derrumbe del 3,6% del producto interno bruto en 2020, mucho mayor que el promedio mundial. Muchos pequeños Estados insulares en desarrollo, sobre todo en el Caribe, dependen en gran medida de los ingresos provenientes del turismo para afrontar el pago de la pesada carga de sus deudas; una deuda que obedece principalmente a su vulnerabilidad desproporcionada al cambio climático.
Sin embargo, si bien constituye un motor del desarrollo económico, la industria turística mundial también aporta más del 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y puede conducir a la degradación de los ecosistemas y a la pérdida de diversidad biológica.
La crisis nos fuerza a reinventar las prácticas y los sistemas imperantes. De tal modo que, ¿cómo podemos crear una economía turística que prospere en armonía con la naturaleza, un modelo que se integre a las economías nacionales, promueva la inclusión y preserve la dignidad cultural y ecológica de las islas? Nuestra propuesta consiste en tres vías para apoyar una recuperación verde y dinamizar un cambio transformador.
El concepto de economía azul nos permite analizar de qué manera el turismo puede convertirse en un motor de la restauración y la recuperación, capaz de forjar resiliencia económica, afianzar las economías locales en la sostenibilidad y generar medios de vida más verdes. La clave radica en dinamizar la inversión a escala del sector privado en actividades que promuevan la conservación de la diversidad biológica y reduzcan la degradación de los ecosistemas al tiempo que contribuyen a generar crecimiento. Diversificar los productos turísticos a través del turismo no tradicional y basado en la vida marítima (como el buceo, la práctica del surf y el turismo de vida silvestre) es una opción para ayudar a expandir las fuentes de ingresos para las comunidades locales. La implementación de mecanismos innovadores de finanzas azules, como planes de seguros para arrecifes, canjes de deuda, bonos azules o impuestos sobre el turismo, puede ayudar a financiar la innovación y a la vez dotar de poder a las comunidades y las empresas, y aliviar las restricciones fiscales de los pequeños Estados insulares en desarrollo.
Innovación y transformación digital
La transformación digital constituye un potente acelerador de la inclusión, la competitividad y la sostenibilidad. Se hace necesaria la adquisición de nuevas capacidades digitales y la recapacitación para los trabajadores. Asimismo la mejora del acceso de las pequeñas y las medianas empresas y las microempresas a la tecnología facilita la plena integración en la cadena de valor de las partes interesadas locales y les permiten convertirse en defensores de la innovación. Tecnologías como los datos masivos, la inteligencia artificial e Internet de las cosas pueden mejorar las perspectivas comerciales, así como ofrecer una lógica analítica que ayude a reducir la huella ambiental de la industria. Por último, las industrias creativas digitales pueden introducir nuevos productos de turismo de no explotación, mientras que las redes sociales pueden servir de herramienta para transformar los comportamientos de consumo.
Las comunidades primero y el turismo responsable
El turismo impulsado por la comunidad que crea un sentido de apropiación local significativo resulta crucial para garantizar la sostenibilidad de la industria. Las personas son el corazón del turismo; muchas dependen enormemente de este sector y se encuentran en situaciones de empleo extremadamente precarias. Necesitamos una industria turística que actúe como motor de un desarrollo equitativo e inclusivo. Las estrategias de turismo nacionales deben centrarse en las personas, confiriendo a las comunidades funciones de liderazgo que las doten de poder para configurar el futuro de la industria. El turismo impulsado por las comunidades también promueve un comportamiento de consumo responsable al alentar un intercambio y una comprensión culturales más profundos que el turismo tradicionalmente entendido como arena, mar y sol. No debemos olvidar la importancia de la concienciación de los visitantes. Los consumidores son un potente motor del cambio. Sus voces y demandas poseen el poder de mejorar las economías y el bienestar. Debemos reconocer la importancia de participar en las campañas orientadas a fomentar el turismo responsable y sostenible.
Si bien las posibilidades son enormes, también es enorme la magnitud de la tarea. Un cambio tan drástico solo puede lograrse a través de alianzas efectivas entre gobiernos, organizaciones internacionales, el sector privado, redes regionales, la sociedad civil y las comunidades locales. El desarrollo exige un enfoque integrado y que comprometa a la sociedad en su conjunto, y la transformación de la industria del turismo resulta vital para el futuro de los pequeños Estados insulares en desarrollo. Como insistieron los líderes de Estados insulares durante el 75º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, este debe ser un momento para la acción.
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