Avanzamos hacia la adaptación de nuestras ciudades al cambio

7 de Mayo de 2020

 

Inundaciones en Uruguay. Foto: PNUD/Carlos Lebrato

 

Durante la última semana de abril y primera semana de mayo, autoridades y técnicos a nivel nacional, departamental y local se reunieron para conocer los avances del proceso de Evaluación multiamenaza en cuatro zonas urbanas del Uruguay, considerando escenarios de cambio climático.

En talleres virtuales, se presentaron y discutieron informes e indicadores que permiten zonificar y cuantificar amenazas, vulnerabilidades y riesgos focalizados en las zonas de estudio: ciudad de Canelones, Juan Lacaze y Rivera, y en la ciudad de Montevideo la zona de la cuenca del arroyo Pantanoso.

La evaluación, a cargo de Factor CO2, forma parte de las actividades impulsadas en el marco de la elaboración del Plan nacional de adaptación al cambio climático en ciudades e infraestructuras (NAP Ciudades) que el Mvotma lidera en articulación con el PNUD.

Es de señalar que Uruguay se encuentra en una de las regiones del mundo con mayor variabilidad climática y se prevé a futuro un incremento en la frecuencia de eventos extremos que podrán tener impacto en distintos sectores y a diferentes escalas.

En este contexto se torna fundamental la implementación de medias de adaptación al riesgo climático.

El trabajo de evaluación contempla la construcción de escenarios futuros de cambio climático, socioeconómicos y de desarrollo, a partir de información existente, para poder identificar las zonas de actuación prioritarias, realizar recomendaciones para mitigar los riesgos y proponer medidas de adaptación específicas.

El riesgo climático y su abordaje multidimensional

El riesgo climático surge de una ecuación que involucra tanto a la amenaza climática específica, como a la exposición y la vulnerabilidad.

Como se señala en el informe presentado durante los talleres, “la vulnerabilidad es multidimensional; hay poblaciones que son más vulnerables con riesgos diferenciados creados por la marginación social, económica, cultural, étnica y de género, que generan menores oportunidades para desplegar habilidades de adaptación ante un clima cambiante que agudiza las temperaturas extremas y los fenómenos meteorológicos”.

Un análisis que considere de forma transversal los distintos componentes de vulnerabilidad social resulta fundamental para habilitar el fortalecimiento del desarrollo de comunidades resilientes ante el cambio y la variabilidad climática, con base en la equidad e inclusión social”.

El análisis que se está realizando en las cuatro zonas urbanas de nuestro país se define como “multiamenaza” porque contempla todos los eventos que pueden generar daños, tanto meteorológicos como hidrometeorológicos. Estas amenazas tienen características específicas dependiendo de su localización, frecuencia e intensidad, y también pueden generarse amenazas asociadas que pueden incrementar los daños.

Para la construcción de un índice que permita medir la exposición frente a las amenazas se consideraron, entre otros aspectos, la densidad de viviendas, la disponibilidad de áreas verdes (fundamentales frente a fenómenos como olas de calor o para reducir el impacto de las inundaciones), la localización del tendido eléctrico (particularmente expuesto durante fenómenos de vientos fuertes) y servicios sociales en la zona tales como escuelas, centros de salud, servicios de atención y seguridad.

La evaluación de la vulnerabilidad se realiza a partir de indicadores relacionados con las características de la población: edad, situación de discapacidad; así como condiciones económicas y de calidad de vida, tales como el hacinamiento, las viviendas construidas con materiales livianos o que no disponen de servicios de agua potable y saneamiento por red.

Asimismo, se analizaron vulnerabilidades a amenazas específicas. Frente al fenómeno de olas de calor, la edad de las personas o la carencia de servicios de agua constituyen factores particularmente relevantes; la calidad de la vivienda o la condición de discapacidad incrementan la vulnerabilidad frente a ráfagas de viento más intensas y frecuentes.

Del rico intercambio que se produjo en los cuatro talleres se pudo validar algunos de los resultados, así como recoger información con los actores de las intendencias y de los municipios que permitirá ajustar detalles y mejorar la evaluación.

Los talleres permitieron, además, relevar capacidades que fortalecen los procesos de adaptación: existencia de un proceso de planificación territorial consolidado; disponibilidad de sistemas de alerta temprana; avances en la gestión de riesgos de desastres; desarrollo de un mapa de riesgo de inundación para la zona, así como su incorporación en la planificación territorial local. Todas estas capacidades constituyen insumos fundamentales para afrontar los riesgos y generar adaptación y resiliencia frente al cambio climático.

En la próxima etapa del proceso, una vez validada la información previa, se presentarán y pondrán a debate una serie de medidas de adaptación al cambio climático, específicas para cada una de las zonas estudiadas.