Informe de Desarrollo Humano 2023/2024: cooperar e imaginar para cambiar el mundo
13 de Marzo de 2024
Con una invitación a reimaginar la cooperación en un mundo polarizado, fue presentado hoy el Informe de Desarrollo Humano global, 2023-2024, por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La presente edición del reporte alerta sobre la tendencia hacia una pérdida prolongada de desarrollo humano, con cada región del mundo operando por debajo de su trayectoria anterior al 2019. Hay un espacio para la esperanza con la mejoría de los indicadores de la edición anterior del 2021-2022, pero también hay un llamado de preocupación y acción sobre el futuro de la humanidad.
La oportunidad de construir una arquitectura de bienes públicos globales aprovechando las potencialidades de un mundo conectado, las acciones para fortalecer la capacidad de acción colectiva de personas e instituciones y la mitigación de la polarización afectiva y política; son rutas señaladas en el Informe para que los países y las sociedades pueden reimpulsar un desarrollo humano más sostenible.
Señales de alerta
La desigualdad es un factor clave en la directriz negativa del desarrollo. Tras la crisis global, vinculada a los efectos de la COVID-19, el Informe señala que la brecha entre los países más ricos y los más pobres no ha detenido su crecimiento desde 2020. En 2023, la recuperación entre los países más ricos es generalizada; a diferencia de los menos desarrollados que muestran niveles de recuperación inferiores al 2019.
Este fenómeno ocurre al mismo tiempo que experimentamos la transformación severa de nuestro clima, el aumento en frecuencia y duración de conflictos globales y la desaceleración de la economía mundial.
El mundo tiende a la interconexión instantánea. Se estima en el Informe que un 95 % de las personas están en el rango de una red de telefonía móvil y que todas las regiones del mundo importan al menos un 25 % de sus bienes desde otro lado del mundo, el doble de las distancias que en 1965.
El cambio planetario impulsado por los seres humanos ha contribuido a transformar la temperatura del planeta, los regímenes de precipitaciones, el nivel del mar y la composición atmosférica. Ninguno de estos procesos respeta las fronteras nacionales. El 2023 fue el año más caluroso del que se tiene registro.
La experiencia de vivir en un mundo cada vez más conectado, hace parecer incomprensible que no seamos capaces de capitalizar esas conexiones hacia la solución de los problemas globales. La polarización política y/o afectiva entre países y personas, fomentada por la percepción de la dificultad que tienen las instituciones globales y nacionales para solventar los problemas de dichas sociedades o del planeta; debilita esas conexiones.
En ese contexto, explica el reporte, las políticas nacionales o decisiones empresariales tienden a tener influencia global, principalmente desde los países y empresas que acumulan buena parte de la producción y comercio de bienes globales, o en las pocas empresas tecnológicas que superan los ingresos del 90 % de las naciones.
Estas interdependencias globales no gestionadas, producen un bloqueo a las soluciones de desarrollo y afectan de manera creciente a múltiples espacios y grupos poblacionales del planeta, como las mujeres, las personas jóvenes, los grupos indígenas, las poblaciones LGTBI+ y los pequeños países insulares, como Cuba.
Romper el bloqueo al desarrollo
Ante este panorama, el Informe señala tres rutas de acción:
- Construir una arquitectura del siglo XXI para los bienes públicos globales.
Los bienes públicos globales se entienden en el Informe como recursos que están disponibles para todas las personas y que pueden ser disfrutados por cada una, sin disminuirlos en detrimento del acceso de las demás en cualquier país.
Las condiciones de un mundo interconectado en la tecnología, la política, la economía y en sus desafíos climáticos; hacen también viable que las soluciones que se generen de conocimiento compartido, de mitigación del cambio climático, de erradicación de enfermedades, de reorganización de la arquitectura financiera o de acuerdos de paz; se conviertan en parte del bienestar global.
Un ejemplo de ello es la socialización del conocimiento para el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 en tiempo récord en el mundo. En el caso particular de Cuba, sumado a la capacidad científica y de producción biotecnológica del país, acceder a esos conocimientos facilitó la respuesta ante la pandemia.
El acceso a los bienes públicos globales se propone como un escenario de acción que apoye la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria.
- Reducir las brechas de la capacidad de actuación:
El Informe propone una estrategia para centrar el trabajo de las instituciones en las personas, fomentando su capacidad de actuación de modo cogestionado y participativo y orientada hacia el futuro de sus países y el planeta. Para esto resulta clave que las economías globales y nacionales sean capaces de actuar sobre los retos financieros y potenciar también la autonomía económica de las personas.
- Reducir la polarización:
Esas acciones no son posibles si las sociedades y los países no logran encontrar sus espacios de acuerdo y cooperación hacia la prosperidad común, basados en la justicia y la equidad. El Informe enfatiza en la certeza de que esos consensos existen y ganan espacios en la discusión pública, pero se desincentivan por la agudización de los criterios opuestos y las incomprensiones.
Cuba y el Informe de Desarrollo Humano 2023-2024
Desarrollado desde 1990, el Informe de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD reflexiona sobre desafíos y oportunidades globales, articulados con el análisis de indicadores que intentan ofrecer un punto de partida para las políticas de desarrollo; como el Índice de Desigualdad de Género, el Índice de Pobreza Multidimensional, o el referido a la presión intergeneracional sobre el planeta mediante la huella de carbono y la producción material.
El IDH es una herramienta importante para analizar las tendencias a largo plazo en el desarrollo humano, en el cual se reconocen ciclos de alta y baja, en correspondencia con la viabilidad de implementar políticas públicas según condiciones internas y externas de la nación.
Los índices expuestos en el Informe ofrecen una perspectiva amplia de algunos de los aspectos del desarrollo humano y no reflejan de modo directo situaciones como la desigualdad o la pobreza. El Índice de Desarrollo Humano es una de las herramientas con las que el Informe contribuye a los análisis y propuestas anteriormente expuestos. Es la suma de tres dimensiones: una vida larga y saludable, el acceso al conocimiento y un estándar de vida decente.
El Índice de Desarrollo Humano de Cuba para el 2022, reflejado en la edición de 2023-2024, es de 0.764; lo cual ubica al país en el grupo de alto desarrollo humano, intermedio entre tres grupos posibles, con la posición 85 entre 193 países y territorios.
En la edición del 2021-2022, Cuba estuvo ubicada en el lugar 83 en el marco de una tendencia regional y global de decrecimiento. Entre 1990 y 2022, el Índice de Desarrollo Humano de Cuba varió desde 0.684 hacia 0.764, con un cambio 11.7 %. Durante esos años, la esperanza de vida al nacer de Cuba creció en 4.1 años y los años de escolaridad en 1.9 años. El Ingreso Nacional Bruto (anteriormente Producto Interno Bruto) per cápita, ascendió en un 51.4 por ciento entre 1990 y 2022.
En un contexto de importantes desafíos nacionales y en el tenso contexto global de crisis multidimensional anteriormente descrito, Cuba ha mantenido sus esfuerzos hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas, expresadas en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hacia el 2030.
Las reflexiones, alertas, mediciones y oportunidades expresadas en el Informe de Desarrollo Humano son un recurso para articular soluciones innovadoras que permitan hacer frente a los retos con la conexión de las capacidades nacionales y globales.
Durante 50 años, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, como parte de la cooperación de Naciones Unidas con el país, acompaña a Cuba en sus acciones hacia un horizonte de desarrollo sostenible; desde las diversas agendas que componen una visión multidimensional del desarrollo, como la protección de la biodiversidad, la adaptación al cambio climático, la transformación productiva y la gestión del desarrollo desde los territorios, la respuesta a emergencias y la resiliencia ante fenómenos climatológicos extremos, así como el acceso a servicios de salud de calidad para las personas con VIH, entre otros temas.