Las becas de la Unión Europea para mujeres afganas en Asia Central brindan nuevas oportunidades
Cultivar la esperanza contra todo pronóstico
26 de Octubre de 2022
En 2019, Fatema, Beheshta y Mursal, tres graduadas afganas que habían sido seleccionadas para estudiar agrociencias en universidades kazajas y uzbekas como parte de un programa de becas con financiamiento de la Unión Europea (UE), recién habían arribado a Almaty y Tashkent. Llegaron colmadas de esperanzas y con la ilusión de regresar a casa en un país con mayores oportunidades cuando hubieran completado su formación. En cambio, la disminución de las oportunidades económicas y educativas para las niñas y las mujeres en el Afganistán presenta un futuro muy incierto.
Fatema, de la provincia de Bamyan, tiene una licenciatura en Edafología y Riego de la Universidad de Kabul. Actualmente está cursando una maestría en Agrobiología en la Universidad Agraria Estatal de Tashkent.
Fatema recuerda días recientes cuando la educación universitaria todavía estaba abierta para las mujeres en el Afganistán:
“En la escuela, mis materias favoritas eran biología y química. Cuando mi hermano estaba estudiando agricultura en la Universidad de Kabul, comencé a leer sus libros. No me resultaba nada fácil, entonces, hacía muchas preguntas. En un momento mi hermano me dijo: ‘Si te gusta tanto, ve a la universidad y estudia’. En la universidad, comencé a comprender que cuando cultivábamos la tierra, no poníamos en entredicho ninguna de las muchas prácticas tradicionales”.
La agricultura es el mayor sector de la economía afgana. Emplea a tres de cada cinco trabajadores. Sin embargo, las formas de cultivo tradicionales y de uso intensivo de mano de obra están muy extendidas, y la mayoría de los trabajadores no poseen ningún tipo de educación formal, y muchos son analfabetos.
“En mi país, la falta de instalaciones es el principal problema. El Afganistán goza de un buen clima y buenas condiciones para la agricultura, pero la mayoría de los agricultores no cuentan con las instalaciones ni conocimientos de botánica, gestión de la tierra, ni de gestión del suelo y el agua. Simplemente trabajan. La generación más grande piensa que cualquiera puede ser agricultor. Los datos científicos no se consideran conocimiento ni nada de gran valor. La mentalidad predominante repite lo que hicieron las generaciones anteriores. Si tu padre lo hacía así, tú también debías hacerlo así.
“Comencé a decirle a mi padre, ‘No hagas esto, haz aquello. ¿Por qué estás haciendo esto?’ Me respondió que no tenía educación y, que como yo sí, debía enseñarle. Me agradó su actitud. Si posees tierra y te has formado, eso es oro en polvo”.
Beheshta, de Kabul, está estudiando en la Universidad Agraria Nacional Kazaja en Almaty. En 2019, se postuló a una beca de la UE y el PNUD para cursar una licenciatura en botánica y tecnología en Kazajstán.
“Mi campo de especialización forma parte de la agrotecnología. La botánica y la tecnología tienen que ver con el crecimiento de las plantas, su reproducción, evolución y adaptación. Mi campo se enfoca en desarrollar nuevas tecnologías que ayuden a alimentar a la población mundial”.
Más de la mitad de la población afgana padece hambre debido al conflicto permanente, la pandemia de COVID-19, una situación económica desesperante y una sequía muy grave.
La mejora de la productividad agrícola tiene el potencial de mejorar la vida de millones de afganas y afganos. Aunque el futuro profesional de Beheshta en el Afganistán parece incierto, todavía guarda la esperanza de que algún día su conocimiento y experiencia serán de utilidad para el país.
“Deseo convertirme en una profesional de la agricultura. Cuando termine mis estudios, quiero volver a mi país y ayudar a los agricultores, a producir un cambio. Nuestra agricultura necesita las tecnologías que se emplean en otros países. Con la ayuda de algunas ONG, y quizás la del Gobierno, quiero ayudar a introducir nuevas tecnologías y maquinarias para los agricultores y así contribuir a que la agricultura alcance un nuevo nivel”.
Mursal, de la provincia de Laghman, llegó a Almaty en 2019. Su padre, un ingeniero en sistemas de irrigación, la inspiró a elegir la carrera.
“Cuando vi cómo trabajaba con la gente, gente que no sabe qué comerá al día siguiente [y] que trabaja para poder llevar apenas un plato de comida a la mesa ese día, me di cuenta de que lo que él estaba haciendo era muy bueno”.
Mursal afirma que las mujeres, que desempeñan un rol clave en el sector de la agricultura en áreas rurales remotas y aisladas, pueden ayudar a la alimentación de los afganos.
“Incluso una mujer analfabeta puede cultivar vegetales en su patio; podríamos compartir nuestro conocimiento con ellas, brindarles capacitación, explicarles las distintas formas de sembrar, criar y polinizar. En el Afganistán, las mujeres de los distritos, de las aldeas, tienen un patio grande alrededor de la casa, de modo que podrían usar este conocimiento para cultivar sus propios vegetales. Se trata de una forma de producción saludable y orgánica. Dotada de estos conocimientos, una mujer podría ayudar a la familia. Y luego podría vender sus productos en el mercado”.
Sin embargo, Mursal no está segura del futuro que la espera después de graduarse.
“Quería hacer lo que hacía mi padre: compartir conocimientos, ayudar a los agricultores. Tenía un sueño. Pero ahora ya no estoy tan segura de que mi idea vaya a concretarse”.
Fatema, Beheshta y Mursal forman parte de un contingente de esperanza, pequeño en número, pero grande en ambición, que representa la inversión de la comunidad internacional en el enorme potencial de las mujeres afganas.
En total, 155 jóvenes afganas recibirán formación en universidades de Asia Central de aquí a 2027, gracias a un programa de becas con financiamiento de la Unión Europea y la gestión del PNUD. La primera etapa del proyecto se inició en 2019 y concluirá en 2025. La segunda comenzó en 2021 y finalizará en 2027. Las becarias estudian finanzas, minería, agricultura, mercadotecnia, arquitectura y ciencias informáticas.
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Esta publicación se produjo con el apoyo financiero de la Unión Europea. Su contenido es exclusiva responsabilidad de PNUD Kazajstán y no refleja necesariamente la opinión de la Unión Europea.