Las caras cambiantes de la pobreza en América Latina y el Caribe
12 de Noviembre de 2024
A partir de la década de 1950, América Latina y el Caribe (ALC) experimentó un rápido proceso de urbanización, convirtiéndose en una de las regiones más urbanizadas del mundo. Actualmente, el 82% de la población vive en áreas urbanas, en comparación con el promedio mundial de 58% (Figura 1). Si bien las ciudades pueden ofrecer abundantes oportunidades para mejorar el bienestar, también presentan desafíos que pueden hacer a los hogares más vulnerables a caer en la pobreza, especialmente en tiempos de crisis.
Este #GraphForThought examina las tendencias de la urbanización y la pobreza en ALC utilizando datos de la CEPAL y la ONU DAES (UNDESA, por sus cifras en inglés). En las últimas dos décadas, la región ha logrado avances muy significativos en la reducción de la pobreza extrema y la pobreza en general. Pese a observarse retrocesos desde 2014, el año 2022 registró la tasa de pobreza más baja de la región (26%), con ligeros descensos proyectados para 2023 (25,2%) y 2024 (25%).
Sin embargo, el rostro de la pobreza está cambiando en ALC. Aunque las tasas de pobreza rural siguen siendo más altas, el número de personas pobres en áreas urbanas continúa aumentando a mayor velocidad. La Figura 2 muestra que la proporción de personas pobres que viven en áreas urbanas aumentó de un 66% en 2000 a un 73% en 2022. El cambio es aún más dramático entre quienes viven en situación de pobreza extrema. En este caso, la proporción que reside en zonas urbanas aumentó del 48% al 68% durante el mismo período.
Aunque muchas personas se trasladan a las ciudades en busca de mejores perspectivas de empleo y bienestar, se observa una vulnerabilidad creciente en las zonas urbanas. La Figura 3 muestra la tasa de crecimiento anual de la pobreza y la pobreza extrema por área. Ésta aumentó notablemente durante la crisis de las materias primas en 2014 y la pandemia de COVID-19, revelando que la pobreza urbana es más propensa a aumentar en tiempos de recesión económica que la pobreza rural. Esto se debe probablemente a que, a medida que los hogares salen de la pobreza en las ciudades, a menudo quedan justo por encima de la línea de pobreza: la pérdida de un empleo o una enfermedad bastan para que caigan nuevamente en la deprivación. Aunque la pobreza rural también fluctúa con los cambios económicos, se mantiene más estable y ha disminuido significativamente desde 2021.
La inflación es uno de los factores detrás de estos cambios. El aumento del costo de vida tras la pandemia afectó más a los hogares urbanos, empujándolos a la pobreza y empeorando las condiciones de vida de aquellos que ya eran pobres. Los hogares urbanos están además más vinculados a la economía de mercado que los rurales, lo que los hace más vulnerables a las fluctuaciones económicas y a los cambios en el empleo que las acompañan. En contraste, los medios de vida rurales permiten a los hogares diseñar estrategias informales como la agricultura de subsistencia, la reasignación de trabajo, el apoyo de la comunidad o la venta de activos como el ganado, para hacer frente a los choques. Estas son opciones que los residentes urbanos generalmente no poseen. Por último, la pobreza urbana suele concentrarse en asentamientos informales en las periferias de las ciudades, donde el hacinamiento y el acceso limitado a servicios básicos crean desafíos adicionales.
Esto implica que abordar la pobreza en áreas urbanas y rurales requiere estrategias diferenciadas. Las políticas que funcionan en áreas rurales, como promover la productividad agrícola y mejorar el acceso a activos y mercados, no satisfacen plenamente las necesidades de los pobres urbanos, donde los crecientes costos de la vivienda y la inflación de los alimentos son preocupaciones relevantes. Sin embargo, únicamente reducir la pobreza no es suficiente: la política pública también debe enfocarse en fomentar la resiliencia de los hogares. Al apoyar a las familias en la construcción de activos que puedan ayudarlos a enfrentar choques futuros, las políticas públicas pueden proteger los avances en desarrollo humano y reducir el riesgo de recaer en la pobreza.