Flores en el Aire: Rutas de Memoria, (in)justicia y respuesta comunitaria frente a feminicidios en Cuenca y Portoviejo

17 de Enero de 2022

La Iniciativa Spotlight en la región de América Latina y el Caribe se centra en eliminar el femicidio y, en el caso del Ecuador, las agencias de Naciones Unidas que participan de este programa conjunto son ONU Mujeres, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Uno de los pilares del proyecto está dirigido a mejorar la calidad de datos sobre diferentes formas de violencia contra mujeres y niñas, el cual es liderado por PNUD. En este marco, el Laboratorio de Aceleración, comprendiendo que la información cualitativa también son datos que arroja información representativa y detallada, propuso adaptar la herramienta metodológica “Otros Mapas”. Esta  fue creada para explorar barrios con jóvenes, con la finalidad de acompañar a las familias en un proceso de mapeo, observación, escucha y auto-etnografía para marcar las rutas de memoria, injusticia y respuesta comunitaria. frente a feminicidios en las ciudades de Cuenca y Portoviejo.

Así surge ‘Flores en el Aire’, una metodología híbrida que combina el mapeo presencial con herramientas digitales, la observación crítica, entrevistas y encuentros. Es una intervención donde no hay sujeto de estudio, sino que son las familias quienes se encuentran, caminan, narran y marcan sus territorios con trazas de memorias, de dolor, de vacíos, pero también de lucha por la justicia y los derechos. Estas cartografías, plasmadas de recuerdos y vivencias, buscan acercarnos a la realidad de lo que significa una vida perdida por feminicidio, colectivizar el duelo, mantener la memoria viva y visibilizar respuestas comunitarias frente a los vacíos institucionales que aún persisten.

Georreferenciando un punto de memoria. Fotografía: Paulina Jiménez A., PNUD Ecuador.

El proceso

Previo a proponer la actividad, el diseño metodológico fue consultado con familias afectadas y activistas contra la violencia de género, para anticipar la aceptación del mismo y evitar la revictimización. Entendíamos que no sería sencillo asegurar la participación ni explicar los resultados. Sin embargo, las familias, aunque al inicio renuentes, entregaron su tiempo, sus relatos, sus memorias, descubriendo en el dolor de la otra/o, un fenómeno de injusticia que trasciende el lugar de lo privado, quizá logrando en el relato polifónico, lo que habíamos propuesto como intención: colectivizar el duelo. En cada cantón, previo un mapeo de familias y de organizaciones locales, se mantuvieron reuniones colectivas y posteriormente se realizaron las caminatas. Los espacios de visita fueron tantos espacios públicos como las viviendas; cada punto y cada ruta fue definida por la familia.

Sobre los aprendizajes y efectos inesperados

Hacia una nueva ética en intervenciones

Tratándose de procesos de pérdida, de dolor y duelo, era importante aplicar consideraciones éticas en esta intervención. Buscábamos no hacer daño, no revictimizar y que la intervención aportara algún valor a las familias y sus comunidades. Para ello, hemos aprendido que no se puede estandarizar los criterios de anonimización, uso de imagen, ni formas de participación. Mientras que unas familias preferían el uso de pseudónimos, para otras, era importante dar testimonios con nombre y apellido.

Cuidar y no hacer daño a las y los participantes pasa también por el autocuidado del equipo de campo. No se puede sostener sin estar sostenidas. En este sentido, fue fundamental contar con un equipo feminista, sensible, experimentado e interdisciplinario que estuvo a cargo de la Fundación ALDEA, nuestro aliado estratégico.

Hay que destacar la participación de Yadira Labanda, madre de Angie Carrillo, víctima de feminicidio, quien pudo acompañar a las familias ofreciendo una escucha desde la vivencia propia. Se trataba de una intervención con la empatía en el centro para sentir y pensar de forma colectiva y no en una investigación académica. En relación con esto, Nicoletta Marinelli de la Fundación Aldea nos habla de la importancia de los rituales, “Los rituales al momento de apertura y de cierre, ayudaban a conectar con el sentir y menos con el pensar. Sirvió mucho llevar kits de autocuidado (aceites, velas, pinturas, jabones)”.

Además de las circunstancias de pérdida y de falta de justicia que atraviesan las familias, nos encontramos con casos que enfrentan pobreza y carencias en necesidades básicas como el acceso a alimentos, por no decir falta de reparación integral. Por tanto, es pertinente plantear una nueva ética organizacional, que nos permita salir de la impotencia y generar protocolos de activación de redes de respuesta a casos identificados. Sin duda, la interacción con las familias sirvió para dicha activación: las organizaciones locales estuvieron de cerca, conocieron los casos y retomaron el seguimiento de algunos casos en situación de vulnerabilidad.

Al respecto, María del Carmen Quezada, quien fue punto focal a nivel local en Cuenca, expresó “Activamos una empatía más cercana con las víctimas sobrevivientes del feminicidio. Se activaron conexiones interinstitucionales para dar respuesta económica. Vimos la importancia de un seguimiento más cercano. Es importante cerrar cosas cuando las abrimos- más aún cuando se toca procesos personales.  Me enriqueció como persona”.

Hay que decir, sin embargo, que existe un desborde de atención por parte de organizaciones como Fundación Casa María Amor en Cuenca y Fundación Nuevos Horizontes en Portoviejo.

Ruta de memoria en Cuenca. Fotografía: Nicoletta Marinelli, Fundación ALDEA.

Reparación centrada en las familias

No puede haber una reparación estandarizada, sino que cada familia debe determinar las acciones simbólicas y materiales que contribuyan a la restauración. Sabemos que nada repara la pérdida de un ser querido, pero el sentido de justicia y verdad demandado por las familias puede ayudar a restituir el daño sufrido. Estas cartografías fueron, para muchas familias, un primer paso de reparación simbólica, en el sentido de haberse sentido escuchadas, visitadas, sostenidas.

“Cuando nos vieron llegar, tenían un hilito de esperanza. Sentir que alguien de otra ciudad llega a visitarte. De saber que hay otra persona ha vivido lo mismo, saber que gente de la capital llega a verlos. Se sintieron importantes, tomados en cuenta. Se sentían comprendidos”. Nicoleta Marinelli, Fundación ALDEA

Nos matan por ser mujeres

Uno de los fenómenos inesperados que surgieron de los encuentros y familias es la mayor toma de consciencia de la noción de feminicidio y extrema violencia.

“Les dio noción de lo que significa la violencia de género. Estas familias descubrieron que a las mujeres nos matan solo por el hecho de ser mujeres. Para Sonia fue como quitarse una venda al descubrir que a su hija le mataron por ser mujer. Antes no lo entendía así, justificaba diciendo, <mis hijas no andaban en fiestas>. Con el encuentro, hubo más consciencia y un enfoque más empírico de lo que es el enfoque de género”, María José Larco, psicóloga del equipo.

Una red que se reactiva

Luego de las cartografías realizadas en Cuenca y Portoviejo, en un taller de evaluación sobre efectos inesperados, se comentó que  haber convocado a las familias, provocó una escucha empática y caminar juntas. En definitiva,permitió que una red de familiares se fortalezca. Sobre esto, María del Carmen Quezada nos contó:

“A partir de este proceso, las familias en Cuenca están afianzando una Red de las familiares de sobrevivientes de la violencia de feminicidio. Sería la primera organización que se forma a nivel del Austro del país. Sonia Salamea, mamá de Cristina, tuvo un empoderamiento, se sintió muy fuerte y dijo, “yo voy a hacer la organización”. Se está haciendo la estructura el, acompañamiento técnico desde Casa María Amor, y los estatutos con apoyo de abogados del MIES. Sonia está muy empoderada y ha empoderado a otras familias para reivindicar la muerte de su hija”.

Este resultado nos hace pensar en la importancia de crear las condiciones para propiciar procesos de auto-organización. Podemos concluir que estas rutas sirvieron para provocar alianzas, reactivar redes locales de respuesta, fortalecer a una red de familias, sentirse escuchadas, identificar casos de vulnerabilidad que requieren atención y para honrar la memoria a la vez de insistir en la búsqueda de justicia.

Siguientes pasos

Esperamos convertir a esta herramienta y sus historias en una herramienta de sensibilización dirigida a diferentes públicos, desde funcionarios a comunicadores. Buscamos que las organizaciones locales puedan apropiarse de ella y acompañar a otras familias a realizar sus cartografías de memoria, caminando juntas y atravesando juntas el recuerdo y las reivindicaciones por la justicia y reparación. Es una herramienta que no solo fortalece los datos, sino que activa redes y ofrece a las familias espacio para amplificar sus recuerdos y demandas. Si deseas conocer más sobre la metodología y te interesa replicarla puedes escribir a: paulina.jimenez@undp.org o nmarinelli@fundacionaldea.org

Escrito por:

Paulina Jiménez, Responsable de Mapeo de Soluciones

Con aportes de:

Nicoleta Marinelli, Yadira Labanda, María del Carmen Quezada, Yoeli Sánchez, Patricia Moya y María José Larco

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