El agua es esencial. Es un recurso básico para la subsistencia, y ahora, la emergencia sanitaria del COVID-19 nos recuerda incesantemente la necesidad del agua para proteger nuestra vida, evitando la contaminación.
Pero el agua, cada vez, se convierte en un recurso escaso. Su escasez se ha agravado por el cambio climático. El agua es el principal medio en el que percibimos los efectos de la perturbación del clima, desde los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías e inundaciones, hasta el derretimiento de los glaciares, la intrusión de agua salina y el aumento del nivel del mar.
El calentamiento global y el uso insostenible crearán una competencia sin precedentes por los recursos hídricos, lo que provocará el desplazamiento de millones de personas. Esto tendrá un efecto negativo en la salud y la productividad y actuará como multiplicador de amenazas para la inestabilidad y los conflictos.
La solución es clara. Debemos aumentar con urgencia las inversiones para mejorar drásticamente la eficiencia en el uso del agua. Debemos prever los riesgos climáticos en todos los niveles de la gestión del agua y responder a ellos de manera acorde. Es necesario redoblar urgentemente los esfuerzos para reforzar la resiliencia y la adaptación de quienes se vean afectados por los trastornos climáticos. Y, sobre todo, debemos aprovechar este año y la COP26 de Glasgow a fin de controlar la curva de emisiones y crear una base segura para la sostenibilidad del agua.
Desde el PNUD nuestros proyectos con socios como el Fondo Verde del Clima y el Fondo de Adaptación están impacto en el acceso al agua de millones de personas, y que han movilizado millones de dólares para ese fin. Solamente, con el Fondo Verde del Clima, contamos con proyectos a nivel global que benefician a más de 11 millones de personas. El PNUD cuenta con las capacidades técnicas, una amplia red de expertos, y de conocimientos locales y globales para entablar alianzas y movilizar recursos con entidades financieras. A través de estas iniciativas, el PNUD apoya para que los países puedan cumplir sus compromisos internacionales frente al cambio climático, y sobre todo, proteger la vida y las fuentes de subsistencia de sus comunidades.
Actualmente en Honduras, con el apoyo financiero del Fondo de Adaptación, e implementado por Mi Ambiente, se está trabajando para cuidar a más del 60% de las subcuencas que abastecen de agua a la capital del país. Se está trabajando con las municipalidades, Juntas de Agua, asociaciones de agricultores para que desarrollen sus habilidades en gestionar y cuidar las fuentes hídricas, usando tecnologías, monitoreando y recopilando sus acciones. Se espera asegurar que más de 1 millón de personas mantengan un acceso al agua.
En el Día Mundial del Agua, 22 de marzo, todos tienen un papel que desempeñar para que se redoblen las medidas climáticas e inviertan en sólidas medidas de adaptación para la sostenibilidad del agua. Si se limita el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, el mundo estará mejor plantado para gestionar y resolver la crisis del agua que todos enfrentamos.