Un programa que busca favorecer la integración de distintas asignaturas, docentes y estudiantes en proyectos interdisciplinarios, capaces de interpelar a las niñas, niños y adolescentes a convertirse en miembros activos de los procesos de investigación.
Las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires incorporan la ciencia ciudadana en las aulas
24 de Octubre de 2023
La ciencia ciudadana, cuya premisa es que todos podemos aportar a la construcción de conocimiento de manera participativa y colectiva, tiene una gran potencialidad para el ámbito educativo. ¿Por qué? Porque la ciencia ciudadana puede favorecer la didáctica de las ciencias (conceptos, procesos, etc.), despertar vocaciones científicas de manera temprana, fomentar la cultura y la curiosidad por la ciencia, promover el pensamiento crítico y creativo como la conciencia socioambiental e impulsar un enfoque de aprendizajes basados en proyectos donde los docentes facilitan el proceso de investigación y los estudiantes producen conocimiento de manera participativa. Este enfoque favorece la integración de distintas asignaturas, docentes y estudiantes en proyectos interdisciplinarios de mediano-largo plazo, capaces de interpelar a las niñas, niños y adolescentes a convertirse —en el presente— en miembros activos de los procesos de investigación.
Por todas estas razones, desde PNUD nos aliamos con el Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para impulsar el surgimiento del “Programa de Ciencia Ciudadana en la Escuela” junto con el Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA-CONICET-UBA), Instituto de Química, Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE-CONICET-UBA) y el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, lo que demuestra que somos muchos, y cada vez más, los que estamos convencidos de su potencial.
Programa de Ciencia Ciudadana en la Escuela
Este programa despliega tres proyectos de ciencia ciudadana en 57 escuelas para trabajar con más de 100 docentes y 1000 estudiantes para medir la calidad del aire de la ciudad utilizando tubos pasivos instalados en escuelas distribuidas estratégicamente en la ciudad; monitorear, pronosticar y generar alertas meteorológicas vinculadas a eventos hidrometeorológicos; y mapear el campo magnético terrestre mediante una aplicación móvil.
Ahora bien, el “Programa de Ciencia Ciudadana en la Escuela” está siendo implementado en el día a día por docentes y estudiantes. Justamente, en esos espacios se dan procesos que nos permiten reforzar el motivo por el cual trabajamos para que la ciencia ciudadana siga creciendo en Argentina. A modo de ilustración, una escuela técnica diseñó un proyecto para informar y concientizar sobre los diversos componentes presentes en el aire. Para ello, desarrolló su propio sensor de medición de calidad del aire de bajo costo. Otras están viendo cómo construir pluviómetros caseros con elementos de la vida cotidiana, así los niños y las niñas pueden llevar esta actividad a sus casas y hacerla en familia. En este camino, a partir del programa, también fue promoviéndose una actitud experimentadora donde los docentes y sus estudiantes utilizaron distintos tamaños de pluviómetros caseros (latas, bandejas, etc.) para ver si existen diferencias en las mediciones generadas, entre otras posibilidades. En definitiva, estamos presenciando distintos procesos de apropiación de tecnologías.
Además, hemos participado en talleres entre científicos profesionales y docentes donde se discutió de manera entusiasta sobre la implementación de este programa de ciencia ciudadana. Uno de los temas abordados fue los posibles errores de medición de temperaturas que, en realidad, estaban en el rango de lo esperado, dado que se hacían dentro de una escuela, sin poder cumplir todos los protocolos internacionales de este tipo de medición. Lo interesante fue identificar que esta restricción no le quitaba valor a lo recolectado. De hecho, se suele reconocer que, al juntar grandes volúmenes de datos mediante ciencia ciudadana, es posible llegar a resultados similares provenientes de enfoques tradicionales.
Llevar la ciencia ciudadana a la escuela también facilitó el acercamiento entre la comunidad escolar y la científica, desde un grupo de estudiantes que visitó la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales para entender cómo se analizaban los datos de los reactivos en el laboratorio hasta otro que hizo una presentación sobre campos magnéticos en el Instituto Nacional de Geografía. Estas experiencias de intercambios de conocimiento, seguramente, se volverán recuerdos duraderos para sus protagonistas.
En definitiva, la ciencia ciudadana otorga a los estudiantes experiencias participativas y prácticas valiosas que derivan en aprendizajes basados en la indagación de su entorno. Y ahí no descubrimos nada nuevo: cualquier niño, niña o joven puede hacerse preguntas, observar, recolectar datos, discutirlos con otros y comunicar sus hallazgos. Investigar es inherente al ser humano, y la ciencia ciudadana viene a recordárnoslo.