La Mesa de Diálogo de la Mujer de Huancayo en Perú fue elegida como una de las ganadoras del concurso Mujeres que Transforman 2024

El Perú tiene importantes desafíos en la lucha por eliminar todo tipo de violencia (psicológica, física, sexual y económica) hacia las mujeres y niñas. De acuerdo con cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú (MIMP), durante el 2024 se atendieron más de 140 mil casos de violencia contra la mujer en todo el país. Frente a esta problemática, el rol de la justicia de paz es clave para brindar protección a las víctimas, en especial en las zonas rurales.
En este contexto, el proyecto Voz de Mujer por la Justicia de Paz, implementado por la Mesa de Diálogo de la Mujer de Huancayo (Junín), fue uno de los ganadores del concurso Mujeres que Transforman 2024, que busca visibilizar el trabajo de organizaciones de mujeres para abordar la violencia de género en coordinación con la justicia de paz
Este certamen, organizado por segundo año consecutivo por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Poder Judicial (PJ) y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA), como parte del proyecto Sumaq Justicia, premió iniciativas en los distritos judiciales de Cajamarca, Huancavelica y Junín.
Conversamos con Raquel Coca Pizarro delegada de la organización ganadora en la región Junín para conocer en qué consistió su iniciativa y sobre los desafíos que existen para articular esfuerzos entre autoridades para hacer frente a los casos de violencia.
Desde la Mesa de Diálogo de la Mujer de Huancayo, ¿cuáles son los factores más importantes que impiden combatir la violencia contra la mujer en su ciudad?
Nuestra organización trabaja temas relacionados con la promoción de los derechos de las mujeres en diferentes ámbitos, como puede ser el de salud, educación y participación política. El tema de la violencia es muy importante porque afecta el desarrollo de las mujeres en todos los demás aspectos. Creo que hay un tema muy recurrente que es el de la invisibilización, la normalización de la violencia, no reconocerlo como un problema que existe en cada distrito de Huancayo.
Su proyecto Voz de Mujer por la Justicia de Paz buscó hacer un mapa sobre el estado de los canales de atención en Huancayo y proponer soluciones que integren a diferentes actores frente a casos de violencia contra la mujer ¿qué encontraron en su recorrido?
Los casos de violencia en Huancayo no solo han aumentado en cantidad sino también en su grado de violencia. Esto se debe a muchas razones, una de ellas es la falta de canales de atención que puedan atender y dar seguimiento a los casos.
Huancayo tiene 28 distritos que están ubicados en zonas geográficas diferentes, algunas de gran altura o con menos nivel de conexión. Lo que hemos encontrado es que en muchos de los distritos no hay ni una comisaría, no hay un Centro de Emergencia Mujer (CEM) o peor: no hay un médico legista que pueda atender a una mujer violentada.
Para muchas mujeres la única forma de acceder a estos servicios es viniendo al centro de Huancayo, pero ¿eso cuánto cuesta? ¿cuánto demora? Pongámonos en un caso de violencia, en el que una mujer que ha sido maltratada, golpeada, abusada, o botada de su casa; un caso en el que no solo hay agresión física sino también psicológica y que no tiene dinero en el bolsillo ¿cómo llegaría a una comisaría que no está en donde vive? ¿a dónde va a ir si no hay puestos de salud?
También encontramos que las dificultades no solo surgen por la presencia de mecanismos de atención, sino también por factores culturales y por ideas que predominan en las comunidades sobre lo que puede generar que se haga una denuncia de este tipo.
Mencionabas que existe una normalización en la violencia por parte de la ciudadanía, ¿cómo se manifiesta?
El principal problema es ese, que no se vea como un problema, si no como algo normal que es parte de la familia. Se ve a estas denuncias como algo malo porque “genera divorcios” o la “separación de la familia”. He oído como a muchas mujeres les dicen: “estás malogrando tu hogar” o “por tu culpa tus hijos se van a quedar sin padre ¿y ahora quién los va a mantener?”.
Por eso para nosotras es evidente que hace falta también un trabajo con la ciudadanía, que apunte a concientizar acerca de que es importante denunciar y que existen canales para buscar ayuda.
Parte de su proyecto fue realizar una encuesta a más de 400 personas de todos los distritos de Huancayo sobre su conocimiento sobre acceso a la justicia en casos de violencia y el rol de la justicia de paz, ¿qué es lo que más destacas de esta encuesta?
Definitivamente, la invisibilización de los casos de violencia. Muchas de las respuestas eran que no había violencia contra las mujeres o que esta era parte de la vida familiar.
También nos pareció preocupante la falta de conocimiento en cuanto a las funciones que puede realizar un juez de paz. Ahí vemos que no se conoce su rol ni sus competencias y que tampoco se tiene una confianza hacia su figura, porque se duda de su imparcialidad y se busca recurrir a otras instancias de justicia, pero hay zonas en las que solo hay justicia de paz. Por eso es muy importante que se fortalezca su confianza y que conozcan sus competencias, como su capacidad de dar sentencias o medidas de protección.

Luego de recopilar esta información, buscaron articular a las instituciones locales y juezas y jueces paz de cada distrito para hacer frente a los casos de violencia, ¿qué lecciones les dejó esta experiencia? ¿qué dificultades encontraron?
Nosotras hemos buscado que se integren los jueces de paz en las plataformas de acción contra la violencia que ya existen en los distritos. Lamentablemente, en algunos distritos, como en el mismo Huancayo, hemos encontrado resistencias. Por ejemplo, hay quienes dicen que se está generando una duplicidad de funciones porque el tema de la violencia contra la mujer ya lo ven los encargados de la seguridad ciudadana, pese a que, claramente, no es lo mismo.
A esto se sumaron otros problemas como es la excesiva rotación del personal, que nos obligaba a volver a empezar constantemente. Todo lo que se había avanzado con un funcionario, se caía cuando lo cambiaban. Nos ha pasado que habíamos hecho avances para concretar reuniones con autoridades y jueces de paz, pero que luego de los cambios los nuevos nos decían que “acá no hay violencia de género”.
¿Qué dirías que hace falta para avanzar significativamente en la erradicación de la violencia contra la mujer?
Ya sabemos, a partir de la encuesta y de la comunicación que mantenemos con otras mujeres en los distritos de Huancayo, que existe un temor muy grande sobre lo que implica hacer una denuncia por un caso de violencia, o que se piense que la policía y el juez no me van a escuchar, o que el informe médico que se tiene no va a servir de nada porque no es de un médico legista y que, además, la van a ver mal por denunciar a su esposo o su pareja.
Entonces, hay que trabajar en esas áreas para generar un entorno que facilite y prevenga la violencia, dándole canales a la víctima y el acompañamiento debido, sin que se le estigmatice o critique.
Hay un tema que se tiene que abordar que es el de incluir estos temas de cultura de paz y erradicación de la violencia en las escuelas del distrito, en los que se rompan estereotipos de hombres y mujeres. Es necesario que se enseñe a tratarnos con respeto, que se enseñe qué hacer frente a una agresión, sobre el rol de la policía y la justicia de paz, pero, sobre todo, que golpear a una mujer no los hace más hombres ni que soportar esa violencia las hace buenas madres o esposas.